El Príncipe y el Pato
Había una vez en una tierra lejana, un príncipe encantador que se encontraba paseando en su caballo blanco a las afueras del castillo. Hasta que no pudo evitar detenerse en una laguna al pasar, para ver su propio reflejo.
Estaba tan enamorado de sí mismo que pasaba horas contemplándose en el espejo, y se consideraba la persona más perfecta del reino. Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó unos ruidos provenientes de un arbusto cercano.
Curioso, se acercó y descubrió a un pato atrapado entre las ramas. El príncipe, sin pensarlo dos veces, decidió liberar al pato.
Al hacerlo, el pequeño animal lo miró agradecido y le dijo: "¡Muchas gracias por salvarme, querido príncipe!" El príncipe se sorprendió al escuchar al pato hablar. El pato le contó que hace mucho tiempo había sido un príncipe, pero que una malvada bruja lo había transformado en pato por su egoísmo y falta de empatía hacia los demás.
El príncipe, impactado por la historia, decidió ayudar al pato a encontrar la manera de romper el hechizo. Juntos emprendieron un viaje por el reino, ayudando a los necesitados y aprendiendo lecciones de humildad y compasión en el camino.
A medida que el príncipe se esforzaba por ser amable y considerado, el brillo de la vanidad fue desvaneciéndose de su corazón. Finalmente, después de muchas aventuras, el príncipe y el pato encontraron a la buena hada que podía romper el hechizo.
La hada les dijo que el príncipe debía demostrar un acto de verdadero amor y sacrificio para liberar al pato de su encantamiento. Sin dudarlo, el príncipe se ofreció a intercambiar su propia libertad por la del pato.
Entonces, un destello de luz envolvió a ambos, y el hechizo fue roto. El pato se transformó de nuevo en príncipe, y el príncipe descubrió que la verdadera belleza reside en el corazón.
A partir de ese día, el príncipe gobernó con bondad y empatía, recordando siempre la lección que el pato le enseñó. Y juntos, construyeron un reino donde todos eran valorados por su bondad y compasión, y no por su apariencia.
"Gracias, amigo pato, por ayudarme a encontrar la verdadera felicidad y el verdadero significado del amor", dijo el príncipe. "No hay de qué, querido príncipe. Recuerda siempre que la verdadera belleza está en el interior, no en el exterior", respondió el pato.
Y así, el reino vivió feliz para siempre, recordando siempre la valiosa lección del príncipe y el pato.
FIN.