El Príncipe y la Princesa en el Bosque en la Mañana



Era una hermosa mañana en el reino de Arbolandia. El sol brillaba en el cielo y los pájaros cantaban alegremente entre las ramas. El príncipe Leo y la princesa Ana decidieron aventurarse en el bosque cercano a su palacio. Ambos tenían una profunda curiosidad por explorar la naturaleza y aprender más sobre el mundo que los rodeaba.

"¿Qué te parece si buscamos flores raras para el jardín del palacio?" - sugirió Leo entusiasmado.

"¡Sí, me encanta la idea! Vamos a buscar las más coloridas que podamos encontrar" - contestó Ana, saltando de felicidad.

Mientras caminaban, encontraron un sendero cubierto de hojas doradas y verdes que los llevó a un claro lleno de flores brillantes.

"Mirá esas flores anaranjadas, parecen pequeñas antorchas" - exclamó Ana, acercándose.

"¡Y esas otras son azules como el cielo!" - añadió Leo, logrando un par de flores de cada color.

Poco a poco, el claro se llenó de risas y charlas, hasta que una sombra de besar la luz del sol se posó sobre ellos. Al mirar hacia arriba, vieron un búho anciano posado en una rama.

"¡Eh, pequeños exploradores!" - dijo el búho con voz profunda. "¿Saben que estas flores tienen un poder especial?"

"¿De verdad?" - preguntó Ana, intrigada.

"Sí, si las combinan bien, pueden crear un elixir que hace sonreír a todos a su alrededor. Pero cuidado, la mezcla es delicada" - advirtió el búho.

Leo y Ana intercambiaron miradas emocionadas. "¿Y cómo lo hacemos?" - preguntó Leo ansioso.

"Tienen que recopilar tres tipos de flores y mezclarlas en el orden correcto. Pero recuerden, siempre hay que trabajar en equipo y escuchar las ideas del otro" - dijo el búho y se fue volando.

Los amigos decidieron aceptar el desafío. Empezaron a recolectar diferentes flores: las anaranjadas, las azules y unas moradas que hallaron más lejos.

"Creo que deberíamos mezclar primero las moradas" - propuso Ana.

"No, yo pienso que deben ir las azules. ¡Son las más alegres!" - respondió Leo, un poco frustrado.

Entonces, comenzaron a discutir sobre qué hacer primero.

"¡Esperá!" - dijo Ana, respirando hondo. "Tal vez deberíamos probar las dos ideas y ver qué pasa".

"Tenés razón, disculpame. A veces me impaciento" - se disculpó Leo.

Así, decidieron mezclar las flores en dos pequeños frascos y al final, obtuvieron una mezcla que brillaba con colores vivos. Al ver el resultado, ambos sonrieron.

"¡Mirá cómo brilla!" - exclamó Leo.

"¡Sí! Ahora hagamos una prueba de Odor, a ver si a alguien le gusta!" - sugirió Ana.

De repente, el búho regresó y al ver las flores brillantes, aplaudió.

"¡Eso es! Ahora deben compartirlo con el bosque. ¡Repártanlo por aquí!" - dijo con alegría.

Leo y Ana, llenos de entusiasmo, comenzaron a rociar el elixir por todo el claro. A medida que lo hacían, las criaturas del bosque comenzaron a acercarse, atraídas por el dulce aroma. Los ciervos, las ardillas y hasta los coloridos pájaros se unieron en una celebración.

"¡Miren cómo bailan!" - rió Ana mientras se unía a los movimientos de los animales.

"Y el búho también se mueve, ¡qué divertido!" - exclamó Leo, moviéndose con gracia.

Pronto, el bosque se llenó de risas y alegría, todos disfrutando del poder del elixir.

"No solo creamos algo hermoso, también aprendimos a trabajar juntos" - murmuró Ana al ver la felicidad a su alrededor.

"Y cada uno de nosotros hizo una contribución para lograrlo" - agregó Leo.

El día continuó espléndido, y cuando finalmente decidieron regresar al palacio, el búho se acercó para darles su bendición.

"Ustedes son verdaderos tesoros del bosque. No olviden que la cooperación y la amistad pueden crear cosas maravillosas" - dijo.

"Lo llevaremos en el corazón, gracias!" - dijeron Leo y Ana al unísono.

Con una sonrisa, los amigos se despidieron del búho y se prometieron regresar pronto al bosque, dejando atrás una mañana mágica que nunca olvidarían.

FIN.

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