El Profesor Estrella y sus Alumnos
Érase una vez en un pequeño y colorido pueblo llamado Villa Alegre, un profesor llamado Don Esteban. Don Esteban era un maestro de escuela muy querido por todos los chicos. Tenía una forma especial de enseñar, llena de juegos y risas, y todos los días, los niños esperaban ansiosos su clase. Pero también tenía una habilidad especial: sabía escuchar y ayudar a cada uno de sus alumnos de una manera muy particular.
Un día, un nuevo alumno llegó a la escuela. Se llamaba Lucas y estaba muy asustado. No conocía a nadie y se sentía fuera de lugar. Don Esteban se dio cuenta de que Lucas no levantaba la mano en clase, ni se unía a los juegos durante el recreo.
"¿Te gustaría jugar al fútbol con nosotros, Lucas?" - le preguntó Don Esteban una tarde.
"No, gracias, prefiero quedarme solo" - respondió Lucas con la mirada bajas.
Así que Don Esteban decidió hacer algo especial. Al día siguiente, llevó a todos sus alumnos al parque para un día de actividades al aire libre. Había juegos, carreras y muchas sorpresas. Durante una de las carreras, Don Esteban hizo un giro inesperado.
"Hoy vamos a formar equipos de manera diferente. Cada equipo estará formado por un estudiante nuevo con un compañero que ya lleva tiempo en la escuela" - anunció, sonriendo.
Los chicos se miraron sorprendidos, pero aceptaron la idea. Lucas fue emparejado con Sofía, una chica amigable con una gran energía.
"No te preocupes, Lucas, yo te ayudaré a correr" - le dijo Sofía mientras sostenía su mano. Al principio, Lucas estaba inseguro, pero pronto se dio cuenta de que estaba divirtiéndose.
Mientras jugaban, Lucas comenzó a abrirse poco a poco con Sofía y con los demás chicos. Todos lo apoyaban y lo incluían, y lo que había comenzado como un día temeroso, terminó siendo uno de los más alegres de Lucas.
Al final de la jornada, mientras regresaban a la escuela, Don Esteban se detuvo para hablar con Lucas.
"¿Te gustaría formar parte del equipo de fútbol de la escuela?" - le preguntó, con una mirada llena de esperanza.
"¿Yo, en el equipo?" - Lucas no podía creerlo.
"Claro, ¡eres un gran jugador!" - respondió Don Esteban. Y así, Lucas aceptó la oferta.
Poco a poco, Lucas se fue integrando más en la escuela. Cada día, Don Esteban encontraba nuevas maneras para que sus alumnos se ayudaran entre sí. Organizó talleres donde los más grandes le enseñaban a los más chicos, y armaron un rincón de lectura donde todos se turnaban para leer cuentos juntos.
Un día, mientras todo esto sucedía, Don Esteban se dio cuenta de un problema: el aula necesitaba un poco de color. Así que decidió pedir la ayuda de sus alumnos.
"¿Qué les parece si pintamos la clase juntos?" - propuso Don Esteban.
"¡Buenísimo!" - exclamó Sofía. Todos estaban entusiasmados.
Hicieron un plan: cada uno traería un pincel y una idea. Don Esteban les prometió pintar dos murales, uno de cada lado del aula. Durante semanas, los niños trabajaron codo a codo, eligiendo colores, dibujando y pintando. Cada uno se sintió parte de ese proyecto, y lo que antes era un aula gris se transformó en un lugar lleno de vida y risas.
Pero un día, uno de los murales se dañó accidentalmente. Un compañero, sin querer, derramó paint sobre el dibujo de luciérnagas que habían hecho con tanto cariño. Cuando Lucas lo vio, se sintió desanimado.
"No sé si podemos arreglarlo...'' - dijo con tristeza.
Don Esteban se acercó a él y lo miró con comprensión.
"Siempre hay una manera de renovar lo que se daña, Lucas. A veces, necesitamos mirar desde otro ángulo" - le dijo.
Entonces, todos los chicos se reunieron. En lugar de llorar el mural dañado, decidieron convertirlo en una obra nueva. Juntos, se dieron ideas, y al final, se convirtió en un mural de un bosque mágico con luces y colores vivos.
Esa fue una de las lecciones más valiosas que aprendieron: que a veces un error puede abrir la puerta a algo aún más hermoso.
Con el tiempo, la clase de Don Esteban se volvió un ejemplo de colaboración y amistad. Los alumnos aprendieron que ayudarse unos a otros no solo los hacía mejores compañeros, sino también mejores personas. Lucas floreció en ese entorno, y se convirtió en un líder dentro de su grupo.
Al final del año escolar, Don Esteban organizó una despedida muy especial. Cada niño debía contar algo que había aprendido y a quién quería agradecérselo. Cuando fue el turno de Lucas, se levantó con una gran sonrisa.
"Yo quiero agradecerle a Don Esteban, porque él me enseñó que todos podemos ser parte de algo grande, y que juntos podemos hacer cosas lindas. ¡Gracias, profesor!" - dijo emocionado.
Don Esteban sonrió y se sintió orgulloso. Había logrado algo más importante que enseñar matemáticas o historia: había ayudado a formar un hermoso lazo de amistad y colaboración entre sus alumnos. Y así, en Villa Alegre, quedó la enseñanza de que ayudarse siempre trae luz y alegría a nuestras vidas.
FIN.