El Profesor Verde y Sus Amigos de Aucayacu
Había una vez un querido profesor llamado Don Carlos, que vivía en la ciudad de Aucayacu. Era un hombre apasionado por la naturaleza y siempre soñaba con tener un aula al aire libre, llena de árboles, flores y animales. Don Carlos quería enseñar a sus alumnos sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, pero se enfrentaba a un gran desafío: casi todos sus estudiantes preferían jugar en los videojuegos en lugar de salir a explorar la naturaleza.
Un día, mientras preparaba su clase, Don Carlos decidió que era hora de hacer algo diferente. "Este año, haré que mis alumnos se enamoren de la naturaleza!"- pensó entusiasmado. Entonces, ideó un plan.
Llamó a sus estudiantes y les dijo: "Hoy haremos una expedición por el parque municipal. Quiero que busquen algo que les llame la atención. Puede ser un árbol, una flor o incluso un insecto. Luego, cada uno tendrá que contarme por qué eligieron eso. ¡Hay un premio para el más creativo!"-
Los niños se miraron desconcertados, pero al final se entusiasmaron con la idea de la competencia. Así que, al día siguiente, hicieron sus mochilas y salieron al parque. Fue ahí donde Ana, una de sus alumnas más curiosas, descubrió una mariposa de colores increíbles. "¡Miren!"- gritó emocionada, "¿Sabían que las mariposas ayudan a polinizar las flores?"-
Todos se acercaron a ver la mariposa y comenzaron a aprender sobre su papel en el ecosistema. De repente, Tomás, otro alumno que siempre parecía un poco desinteresado, levantó la voz. "¡Yo vi un árbol gigante! Se llamaba ceibo, y tiene más de cien años. ¡Es un lugar donde vive un montón de pájaros!"-
Don Carlos sonreía al ver cómo sus alumnos se entusiasmaban. Sin embargo, al regresar al aula, notó que algunos de ellos estaban cansados de hablar de la naturaleza. "¿No podrían venir mañana? Hay un juego nuevo en el centro comercial muy divertido,"- propuso Lucas, el más inquieto.
Don Carlos sintió un pequeño golpe en su corazón, así que decidió hacer algo aún más impactante. Al día siguiente, trajo una bolsa llena de basura que había recolectado de diferentes lugares. "Chicos, hoy vamos a jugar a un juego llamado 'La Limpieza de Aucayacu'."- Les dijo, desparramando la basura sobre un mantel grande.
Los ojos de los alumnos se abrieron como platos. "¿Pero por qué traer basura?"- preguntó Sofía.
"Porque esta basura, además de sucia, está dañando nuestro ambiente. Cada uno de ustedes va a formar un equipo y competiremos por ver quién recoge más basura en una hora. Luego, aprenderemos sobre el reciclaje y cómo podemos reutilizar lo que encontramos. ¡Vamos a hacer de nuestra ciudad un lugar más limpio!"-
Los niños se agruparon con entusiasmo y comenzaron a correr por el aula recogiendo envoltorios, plásticos y latas. Cuando el tiempo se terminó, se dieron cuenta de cuánto habían recogido. "¡Esto es un montón!"- dijo Lucas, ahora más serio que nunca.
Don Carlos se sentó con sus alumnos en círculo y les explicó la importancia de cuidar el mundo. "Cada vez que tiramos basura al suelo, estamos lastimando a nuestras plantas y animales. Si todos hacemos un pequeño esfuerzo, podemos salvar nuestro planeta."-
Ana levantó la mano. "¿Qué podemos hacer para ayudar, profesor?"-
Don Carlos sonrió. "Podemos empezar por no tirar basura, reciclar y cuidar nuestras plantas. ¿Qué les parece si hacemos carteles sobre esto y los ponemos en el parque?"-
Así fue como los alumnos de Don Carlos no solo aprendieron sobre el medio ambiente, sino que también se convirtieron en pequeños guardianes de Aucayacu. Crearon carteles coloridos, organizaron días de limpieza y hasta plantaron un pequeño jardín en su escuela.
A lo largo del año, los niños comenzaron a disfrutar de la naturaleza y a hacerlo parte de su vida. Cada vez que iban al parque, recordaban la mariposa, el ceibo y todo lo que habían aprendido.
Casi al final del año escolar, durante un día soleado, Don Carlos organizó un picnic. "Hoy celebramos nuestros logros y cómo juntos hemos aprendido a cuidar nuestro entorno. ¡Así que a disfrutar!"-
Mientras todos compartían sus comidas y reían, Don Carlos miró a sus alumnos, felices y cuidando del parque. Se sintió orgulloso porque había logrado encender la chispa del amor por la naturaleza en cada uno de ellos.
Y así, en la ciudad de Aucayacu, Don Carlos no solo tuvo una clase de niños, sino un grupo de valientes defensores del planeta.
FIN.