El Proyecto Reciclón de la Maestra Sofía
Era un día soleado en la escuela primaria del barrio y la maestra Sofía estaba entusiasmada. Había preparado una actividad especial para sus alumnos. Al llegar al aula, sacó una gran caja llena de productos reciclables: botellas de plástico, papel, latas y cartón.
"¡Buenos días, chicos!", dijo Sofía con una sonrisa. "Hoy vamos a aprender sobre el reciclaje y cómo podemos ayudar al planeta. Miren lo que tengo aquí".
Los alumnos miraron la caja con curiosidad.
"¿Qué hay dentro, maestra?", preguntó Juanito, un niño de ojos brillantes.
"Hay materiales que podemos reciclar, y también un cartel con los diferentes tipos de contenedores que existen: el amarillo para plásticos, el azul para papel y cartón, y el verde para vidrio".
Les mostró el cartel mientras los niños escuchaban atentamente. La maestra continuó:
"Hoy, cada uno de ustedes va a crear un proyecto utilizando algunos de estos productos reciclables. Puede ser lo que se les ocurra: una escultura, un juguete, ¡o lo que sea!".
Los niños comenzaron a murmurar emocionados entre ellos.
"Yo quiero hacer un cohete", dijo Sofía, otra de las alumnas que siempre tenía la cabeza llena de ideas.
"Y yo un carro de carreras", agregó Juanito.
La maestra distribuyó los materiales y los alumnos se pusieron manos a la obra. Todos estaban concentrados, pero entre las risas y el entusiasmo, algo inesperado sucedió. De repente, un fuerte ruido hizo que todos miraran hacia la ventana.
"¿Qué fue eso?", preguntó Sofía, alarmada.
"Parece que vino una tormenta! , exclamó Clara, asomándose por la ventana. Pero yo no veo nubes".
"Quizás sea el viento", sugirió Pedro. Todos se hicieron un poco más serios y continuaron trabajando, pero la incertidumbre estaba en el aire.
Unos minutos después, la maestra Sofía notó que el ruido se intensificaba.
"Parece que debemos seguir trabajando rápido, antes de que nos interrumpa la tormenta", dijo.
Mientras los alumnos se apuraban con sus proyectos, Clara tuvo una idea brillante.
"¡Y si hacemos un refugio para animales de la calle!", propuso. Todos se quedaron cavilando por un momento.
"¿Cómo haríamos eso?", preguntó Juanito.
"Podemos usar las cajas de cartón para hacer casas y las botellas de plástico para el agua", sugirió Clara entusiasmada.
La maestra Sofía aplaudió la idea.
"¡Eso es genial! ¡Hagamos un refugio para perritos y gatitos que no tienen hogar!". Los alumnos se emocionaron aún más. A partir de ese momento, todos se organizaron y comenzaron a trabajar en conjunto.
Fueron recogiendo más materiales y pronto la clase se transformó en un verdadero taller de creación. El tiempo pasaba volando entre risas y trabajo en equipo, los niños perdieron la noción del tiempo, inmersos en su labor.
Finalmente, al terminar la jornada, Sofía observó con ternura los resultados: un refugio colorido, hecho de cartón y adornado con plásticos reciclados, que los niños habían creado con tanto esfuerzo.
"¡Miren lo que logramos juntos!", exclamó Sofía con orgullo.
El aula estalló en aplausos y sonrisas. Todos estaban muy contentos, sin embargo, justo en ese momento, alguien gritó:
"¡Miren, el sol ha salido!".
Sofía miró por la ventana y vio a varios peluditos callejeros mirando el refugio que habían creado.
"Es nuestra oportunidad de ayudar", dijo emocionada.
Los niños corrieron hacia el refugio y colocaron un poco de comida y agua que habían traído. Para su sorpresa, los perritos comenzaron a acercarse y a jugar con ellos.
"¡Lo hicimos!", gritó Pedro mientras acariciaba a un pequeño perrito.
"¡Miren cómo les gusta!", añadió Juanito, y todos reían y disfrutaban de la alegría compartida.
Esa fue una experiencia que los alumnos de la maestra Sofía nunca olvidarían. No solo aprendieron sobre el reciclaje, sino que también descubrieron el valor de la solidaridad y cómo pequeñas acciones pueden marcar la diferencia en la vida de otros.
Al final del día, cuando todo terminó, Sofía les dijo:
"Ustedes son verdaderos héroes del reciclaje y de la ayuda. Juntos, logramos cambiar el mundo, aunque sea un poquito". Y así, todos se fueron a casa con una gran sonrisa, sabiendo que habían aprendido a cuidar el planeta y a sus habitantes.
FIN.