El Pueblo de Arcoíris



En un hermoso lugar, donde las montañas tocaban las nubes y los ríos brillaban como frescas serpientes de plata, se encontraba un alegre pueblo llamado Arcoíris. Sus habitantes eran muy diferentes entre sí: algunos amaban pintar, otros tocaban instrumentos, había quienes preferían la cocina, y algunos más eran expertos en contar historias.

Sin embargo, a menudo estas diferencias se convertían en motivo de conflictos. Un día, Clara, una niña artista con cabello rizado y ojos chispeantes, decidió que ya estaba cansada de las peleas entre sus amigos.

-Clara: "¡Basta! No podemos seguir así. ¿Por qué no nos juntamos y hacemos algo en lugar de pelear?"

Los demás la miraron con curiosidad.

-Tomás, el músico, respondió: "¿Y qué sugerís? A mí me gusta tocar solo, no necesito a nadie más."

"¡Eso es justo lo que quiero cambiar!" exclamó Clara. "Imaginen lo que podríamos hacer juntos. "

Al principio, la idea no convencía a muchos, pero Clara era insistente. Pronto, convocó a todos para una reunión en la plaza del pueblo.

-Los habitantes se fueron reuniendo.

-Clara: "Hoy los invito a una fiesta de talentos. Voy a pintar un mural, Tomás tocará su guitarra, y Marta podrá preparar unos deliciosos bocadillos. ¡Vamos a unir nuestros talentos!"

Tras un momento de duda, Manu, un niño muy reservado que siempre llevaba un cuaderno de dibujo, levantó su mano timidamente.

-Manu: "Yo tengo una idea... podemos hacer un mural que cuente la historia del pueblo usando nuestras distintas habilidades."

Los ojos de Clara se iluminaron.

-Clara: "¡Eso es! Un mural que muestre cómo nuestras diferencias nos hacen únicos. A ver, ¿quién más se quiere unir?"

Poco a poco, los demás comenzaron a entusiasmarse. La noticia se esparció y el día de la fiesta, la plaza estaba llena de risas y colores, cada uno contribuyendo.

Pablo, el conocedor de cuentos, se encargó de relatar historias mientras otros pintaban. Luz, la gran cocinera, trajo dulces que hicieron más amena la tarde. Hasta los más ruidosos, que siempre estaban en contra, participaron con instrumentos improvisados.

Pero cuando estaban a mitad de camino, algo inesperado sucedió. Un grupo de niños comenzó a pelear por ver quién era el mejor en lo que hacía. Las sonrisas se convirtieron en gestos de desaprobación. Todo parecía desmoronarse nuevamente.

"¿Por qué pelean?" preguntó Clara, frustrada.

Marta, siempre la mediadora, intervino.

"Estamos olvidando por qué estamos aquí. Esto no se trata de ser el mejor, sino de crear algo juntos."

Tal vez fue la voz de Marta, o las muestras de amistad que ya habían surgido, pero al final todos se miraron y decidieron dejar de lado sus egos. ¡Estaban a punto de hacer algo maravilloso!

Juntos, se pusieron manos a la obra. El mural fue tomando vida. Los sonidos de la música envolvían el aire, y las historias de Pablo cautivaban a todos.

Cuando el sol empezó a ocultarse detrás de las montañas, el mural estaba terminado. Un colorido reflejo de lo que el pueblo de Arcoíris representaba: unidad en la diversidad.

-Clara: "Lo logramos, chicos. Este mural es una prueba de que nuestras diferencias son nuestra verdadera fuerza."

"¡Y que podemos hacer grandes cosas si trabajamos juntos!" gritó Tomás emocionado.

A partir de ese día, los habitantes del pueblo de Arcoíris no solo aprendieron a aceptar sus diferencias, sino que las celebraron. A cada mes, organizarían fiestas donde unirían sus dones y talentos, fortaleciendo así ese hogar tan especial que todos compartían. Desde artistas, cocineros, músicos, hasta narradores y pintores, cada uno tenía un lugar y un momento para brillar juntos.

Y así, el pueblo de Arcoíris siguió creciendo, no solo en colores y formas, sino también en la amistad y el amor por la diversidad.

Fin.

FIN.

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