El Pueblo de Colores



En un pueblito mágico llamado Colores, todos los niños y niñas jugaban juntos. En Colores, no existían los roles tradicionales; allí, cualquier niño podía jugar a las muñecas y las niñas podían subir a los árboles y construir fuertes. Pero un día, algo inusual sucedió que hizo temblar el espíritu de igualdad del pueblo.

Ana, una niña con una gran imaginación, siempre soñaba con ser arquitecta. Se pasaba las tardes dibujando planos de castillos y puentes. Mientras tanto, Tomás, un niño al que le encantaba jugar al fútbol, también tenía un sueño: quería ser bailarín. Un día, Ana decidió compartir sus planes con sus amigos.

"¡Voy a construir el castillo más alto del mundo!" - dijo Ana emocionada.

"Eso es genial, Ana. ¡Quiero jugar en tu castillo!" - respondió Lía, otra amiga del grupo.

Pero cuando Tomás escuchó el comentario, se sintió inseguro.

"¿A quién le importa mi sueño de bailar? Eso no es para chicos" - murmuró, bajando la mirada.

Esa noche, mientras todos dormían, una mariposa mágica, llamada Luz, escuchó la tristeza de Tomás. Ella decidió ayudar. Con un suave aleteo, se posó junto a su almohada.

"Tomás, ¿por qué te sientes así?" - le preguntó Luz.

Tomás se revolvió en la cama.

"Porque en este pueblo todos tienen sueños que no encajan con lo que se supone que debe hacer un chico" - respondió con un suspiro.

Luz sonrió amablemente.

"Recuerda, los sueños no tienen género. Todos pueden ser lo que quieran. Ve y muestra tu danza al pueblo." - lo animó.

Al día siguiente, Tomás se armó de valor y decidió hablar con sus amigos. Mientras tanto, Ana estaba construyendo su castillo en el patio de la escuela. Cuando vio a Tomás, lo saludó con una sonrisa.

"¡Tomás! ¿Quieres venir a ayudarme a construir?" - lo invitó.

Pero antes de que Tomás pudiera responder, él dijo:

"Ana, en realidad, quiero mostrarte algo..." - y, tomando una respiración profunda, comenzó a hacer algunos pasos de baile.

Ana lo miró con asombro.

"¡Wow! ¡Eso es increíble! Nunca supe que podías bailar así!" - exclamó.

Tomás sintió un pequeño fuego en su corazón.

"¿De verdad te gusta?" - preguntó tímidamente.

"¡Claro! La danza es tan hermosa como cualquier construcción. Deberías hacer una presentación para todos."

Tomás se sonrojó.

"¿Pero qué dirán los demás?" - cuestionó.

"¡Que les importe! El baile es parte de ti. Ha llegado el momento de que todos en Colores vean que los sueños no tienen fronteras" - afirmó Ana decidido.

Así fue como, con la ayuda de Ana y su grupo de amigos, Tomás organizó su primera presentación de baile. El día del evento, todo el pueblo se reunió, curiosos por ver qué sucedía. Ana, en su castillo, animaba a Tomás a dar el paso al escenario.

"¡Vamos! Tú puedes hacerlo!" - lo alientaba.

Tomás, viendo el apoyo de sus amigos, se sintió listo y comenzó a bailar. El aire se llenó de alegría y risas. Todos estaban maravillados.

"¡Es espectacular!" - gritó Lía;

"¡Bailá!" - coreaban los demás.

Al finalizar su presentación, Tomás estuvo a punto de llorar de alegría. La audiencia se levantó a aplaudir, gritando:

"¡Bravo!"

Ana, emocionada, se acercó a Tomás.

"¡Lo hiciste! Eres un bailarín increíble, y estoy tan orgullosa de ti" - le dijo abrazándolo.

Desde ese día en Colores, una nueva tradición nació. Todos los sueños, sin importar si eran de niños o niñas, eran celebrados y apoyados. Y cada año, se organizaba un festival en el que los niños compartían sus talentos, sin importar si querían construir, bailar o cualquier cosa que soñaran.

En el pueblo de Colores, los niños y niñas aprendieron que, al final, la verdadera magia está en seguir nuestros sueños y apoyarnos unos a otros, sin importar las etiquetas que la sociedad pueda poner.

Y así, todos vivieron felices, llenos de amor y respeto, donde cada uno podía ser lo que realmente quería ser, porque en el fondo, todos compartían un mismo deseo: ser felices haciendo lo que aman.

FIN.

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