El pueblo de la solidaridad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Tabacay, donde la vida transcurría tranquila y apacible.

En la escuela del lugar, un grupo de estudiantes se preparaba para celebrar el Miércoles de Ceniza con una misa especial que se llevaría a cabo en una capilla alejada en las afueras del pueblo. Los niños estaban emocionados por participar en esta ceremonia tan importante, ya que era una tradición muy arraigada en Tabacay.

Se levantaron temprano esa mañana y se prepararon con sus mejores ropas para asistir a la misa. El sol brillaba en lo alto mientras caminaban por el polvoriento camino que los llevaría hasta la capilla.

Al llegar al lugar, los estudiantes se sorprendieron al ver lo hermosa que era la capilla. Sus paredes blancas contrastaban con el verde intenso de los árboles que la rodeaban, creando un ambiente mágico y sereno.

Dentro de la capilla, todo estaba decorado con flores frescas y velas encendidas, creando una atmósfera cálida y acogedora. La misa comenzó con cantos suaves y oraciones dichas en voz baja. Los niños escuchaban atentamente las palabras del sacerdote, sintiendo cómo la paz invadía sus corazones.

De repente, mientras todos estaban concentrados en la ceremonia, un ruido estruendoso resonó afuera de la capilla. -¡Qué fue eso! -exclamó Martín, uno de los estudiantes más valientes del grupo.

Los niños salieron corriendo hacia afuera y vieron con sorpresa que un árbol había caído sobre el camino bloqueando su salida. -¡Estamos atrapados! -gritó Camila, preocupada. La situación parecía complicada, pero los niños no perdieron la calma.

Recordaron las enseñanzas de solidaridad y trabajo en equipo que habían aprendido en la escuela y decidieron buscar juntos una solución al problema. Con ingenio y esfuerzo lograron mover el árbol caído lo suficiente como para abrir un camino seguro hacia fuera de la capilla.

Estaban felices de haber superado ese obstáculo juntos y regresaron a continuar con la misa. Al finalizar la ceremonia, el sacerdote les dijo a los niños:-Chicos, hoy han demostrado valentía, solidaridad y trabajo en equipo ante las adversidades.

Recuerden siempre que juntos pueden superar cualquier desafío que se les presente en su camino. Los estudiantes regresaron a Tabacay llenos de orgullo por lo ocurrido ese día. Habían aprendido una lección invaluable sobre la importancia de estar unidos frente a las dificultades y cómo trabajar juntos puede lograr grandes cosas.

Desde entonces, cada vez que pasaban por aquella capilla recordaban con cariño aquel Miércoles de Ceniza donde descubrieron el verdadero significado de ser parte de algo más grande que uno mismo: ser parte de una comunidad donde cada uno tiene su rol pero todos trabajan juntos por un bien común.

FIN.

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