El pueblo de las luciérnagas



En un pequeño pueblo llamado Brillito, se vivía una vida tranquila, pero sin electricidad. Las luces que iluminaban las casas eran las de las luciérnagas, que volaban en la noche como pequeñas estrellas danzantes. Las personas se reunían al caer el sol para contar historias y compartir risas alrededor de fogatas.

Un día, dos amigos inseparables, Sofía y Luca, decidieron que querían hacer algo especial.

"¡Luca! ¿No sería genial tener una fiesta de luces?" - sugirió Sofía emocionada.

"¡Sí! Pero ¿cómo haremos que brille nuestra fiesta?" - respondió Luca, rascándose la cabeza.

Los amigos se pusieron a pensar y decidieron que necesitarían algo más que luciérnagas. Así que fueron donde la sabia anciana del pueblo, Doña Clara, quien siempre tenía ideas interesantes.

"¡Hola, chicos! ¿A qué vienen?" - preguntó Doña Clara con una sonrisa.

"Queremos hacer una fiesta de luces, pero no sabemos cómo lograrlo. ¡Necesitamos tu ayuda!" - dijo Sofía.

"Claro que sí, pero primero deben aprender a ver la belleza que ya tienen a su alrededor" - respondió con un guiño la anciana.

Curiosos, Sofía y Luca siguieron a Doña Clara hasta el lago del pueblo. Al llegar, la anciana les pidió que miraran al agua.

"¿Qué ven?" - preguntó ella.

"Reflejos de luciérnagas... ¡y de la luna!" - exclamó Luca.

"Exacto. La luz está presente, solo hay que saber mirarla. Ahora, ¿qué tal si creamos nuestras propias luces?" - agregó Doña Clara, y con eso los tres comenzaron a recolectar elementos del bosque.

Recogieron hojas, ramas, flores y pequeños tarros de vidrio. Con todo lo que habían encontrado, Doña Clara les enseñó a hacer farolitos. Con sus manos y algo de magia natural, crearon hermosas luces que, al ser encendidas, brillaban como estrellas.

"¡Mirá lo que hicimos!" - gritó Sofía con entusiasmo.

"¡Son increíbles!" - exclamó Luca sin poder contener su felicidad.

Con los farolitos en sus manos, decidieron invitar a todo el pueblo. El día de la fiesta, el lugar estaba lleno de risas y música. Todos habían llevado sus propias creaciones y el pueblo se iluminó de mil colores. Las luciérnagas también parecían felices , ya que volaban alrededor de los faroles como si fueran parte de un baile.

De repente, al caer la noche, un viento fuerte sopló y apagó algunas velas. Todos miraron preocupados.

"No podemos dejar que nuestra fiesta se apague. ¡Sigamos adelante!" - gritó Sofía.

"¡Sí, tenemos que seguir disfrutando!" - agregó Luca mientras todos comenzaban a encender sus farolitos nuevamente.

Esa noche aprendieron que la luz no solo proviene de las cosas tangibles, sino también de la alegría compartida. Y aunque el pueblo no tuviera electricidad, sí tenían algo mucho más valioso: la conexión entre ellos, las risas y la creatividad.

Al final de la fiesta, Doña Clara se acercó a los amigos.

"Vieron, chicos, ustedes encontraron la luz. La belleza está en lo simple y en lo que creamos juntos. ¡Así iluminamos nuestro mundo!" - dijo con una sonrisa.

Esa lección quedó grabada en sus corazones. Desde entonces, en Brillito, no importaba que no hubiera electricidad; siempre había luz. Y cada noche se llenaba de risas, historias y hermosos faroles que iluminaban el ambiente, recordando a todos que la verdadera chispa venía del amor y la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!