El Pueblo de los Colores
Érase una vez un pintoresco y colorido pueblo llamado Arcoíris, donde cada habitante era diferente. Había personas con piel de todos los colores y vestían ropas de mil tonos, desde el rojo brillante hasta el azul profundo. Todos vivían en armonía, pero había una regla: no se permitía hablar de las diferencias, ya que algunos habitantes pensaban que, si no se hablaba de ellas, todo estaba bien.
Un día, una niña llamada Lina, que tenía la piel amarilla como el sol y era muy curiosa, decidió hacer un dibujo grande en la plaza central del pueblo. "Voy a dibujar un arcoíris que muestre todas nuestras diferencias!"-, anunció emocionada.
Cuando los habitantes vieron su dibujo, comenzaron a murmurar. "¿Por qué habla de nuestras diferencias?"-, dijo Bruno, un niño de piel morena, con algo de enojo en la mirada. "¡Eso no está permitido!"-
"Pero, Bruno, nuestras diferencias son lo que nos hace especiales!"-, sostuvo Lina, levantando su voz en defensa.
Entonces, se hizo un silencio en la plaza. La gente empezó a discutir entre sí. "No, no podemos hablar de eso, podría causar problemas!"-, dijo Ana, con su cabello rizado y su vestido amarillo.
"Pero si no hablamos, cómo vamos a entendernos mejor!"-, intervino Pedro, que tenía el cabello rojo como el fuego.
Finalmente, la nube de confusión estuvo a punto de estallar, y por un momento, el pueblo temió que su paz se rompiera. Sin embargo, la curiosidad de Lina era más fuerte.
"Voy a invitar a todos a pintar conmigo este arcoíris. Cada uno puede traer un color que lo represente", propuso.
Algunas personas dudaron, pero la mayoría se sintió intrigada. "¿Puedo usar el negro? Es mi color favorito y representa la profundidad"-, dijo Camila, con una mirada retadora.
"¡Claro que sí, Camila!"- respondió Lina con alegría. "Todos los colores son bienvenidos"-.
Así, el día de la gran pintura llegó. Había risas, música y mucha emoción en la plaza. Todos comenzaron a llenar el lienzo con amor, colores y relatos sobre lo que cada uno significaba para ellos.
"Yo tengo una manera diferente de ver el mundo", confesó Mateo, que tenía la piel de un tono muy claro. "Y eso me encanta"-.
"Y yo me siento diferente, porque mis papás hablan otro idioma"-, agregó Valeria, con una sonrisa tímida.
A medida que el arcoíris iba tomando forma, las diferencias comenzaron a ser motivo de celebración en lugar de división. La plaza se llenó de historias compartidas y abrazos sinceros.
"No sabía que nuestras diferencias podrían unirnos tanto y hacernos sentir tan bien"-, dijo Bruno, ahora con una sonrisa en su rostro.
Lina, observando el colorido lienzo, sintió que había logrado algo maravilloso. "Miren, eso es lo que somos. Un pueblo de diferentes colores, pero juntos formamos un hermoso arcoíris"-.
Desde ese día, el pueblo de Arcoíris decidió celebrar cada año un Festival de Colores, donde todos podían compartir sus diferencias y aprender unos de otros. Se dieron cuenta de que la paz vive cuando se respeta y se celebra lo que nos hace únicos.
La historia de Lina y su arcoíris se convirtió en leyenda, y el pueblo dejó de temer a las diferencias. Aprendieron que la diversidad es la mayor riqueza de todos y que el respeto y la paz estaban en la unión de todos los colores.
Y así, el pueblo de Arcoíris brilló todos los días con sonrisas, risas y una inmensa alegría por ser cada día más únicos y juntos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.