El Pueblo de los Colores Encantados
Una mañana soleada, Clara se despertó emocionada, era su primer día en el nuevo pueblo de Colores Encantados. Mientras su familia se mudaba, Clara no podía dejar de imaginar aventuras. Lo que no sabía era que Colores Encantados era un lugar muy especial, lleno de personajes inusuales y secretos por descubrir.
Cuando Clara llegó a la plaza del pueblo, se dio cuenta de que todo era diferente: las casas eran de colores brillantes, los árboles tenían hojas en tonos que nunca había visto, y las sonrisas de los habitantes parecían brillar como los mejores días del verano.
Clara se acercó a una mujer con un sombrero gigante y una bufanda de mil colores. La mujer sonrió y le dijo: - ¡Hola, pequeña! Soy Doris, la jardinera mágica del pueblo. ¡Bienvenida a Colores Encantados! ¿Te gustaría conocer nuestros colores?
Clara, intrigada, aceptó la propuesta. Doris la llevó a su jardín, que parecía un arcoíris en flor. - Cada color aquí tiene un significado, - explicó Doris. - El rojo es la pasión, el azul la tranquilidad, y el amarillo la alegría.
Mientras estaban en el jardín, conocieron a un hombre que jugaba con burbujas doradas. - ¡Hola! Soy Sebastián, el fabricante de sueños. Si soplas una burbuja y pides un deseo, puede hacerse realidad, pero debes ser muy sincera con tu corazón.
Clara, ilusionada, decidió probar. Cerró los ojos y sopló una burbuja. - Quiero conocer el misterio de este pueblo, - susurró. La burbuja se elevó y brilló intensamente.
Al día siguiente, Clara se encontró con una niña de piel morena y ojos chispeantes. - ¡Hola! Soy Luna. ¿Quieres ser mi amiga? Enseguida nos podemos jugar con los colores.
Juntas, exploraron el pueblo. Pero notaron algo extraño; todos los habitantes tenían la costumbre de exponerse a lo que parecían raros desfiles, donde vestían trajes pintorescos y mezclaban colores. - ¿Siempre hacen desfiles? - preguntó Clara.
- ¡Sí! - respondió Luna. - Aquí celebramos la importancia de la diversidad y la imaginación. Cada temporada elegimos un nuevo color como tema. ¡El próximo será el arcoíris!
Clara comenzó a investigar por su propia cuenta. Conversó con muchos de los habitantes para entender por qué eran tan diferentes. Cada uno tenía una historia única que contar. El cartero, por ejemplo, entregaba cartas voladoras y siempre decía: - ¡Las cartas se sienten más felices en el aire!
Sin embargo, un día, Clara se sintió confundida. - ¿Por qué todos son tan distintos? ¿No sería mejor ser iguales? - les preguntó a sus nuevos amigos.
Doris le sonrió suavemente y dijo: - La belleza de este pueblo radica en nuestras diferencias. Cuando sumamos nuestras personalidades, creamos un cuadro vibrante.
Esa noche, Clara fue a la plaza y observó a las luces de los faroles, que danzaban en diferentes colores. Entendió que los colores representaban no solo a cada persona, sino también a sus talentos, sueños y esperanzas.
Un domingo, todos se reunieron en la plaza para preparar el desfile del arcoíris. Clara se emocionó mientras pintaba su cara de varios colores, imitando los rostros de sus amigos. Cada paso que daba era un pedacito de la alegría que había encontrado en Colores Encantados.
El día del desfile fue un espectáculo. Todos los habitantes, vestidos de un color diferente, bailaron y cantaron al ritmo de la música. La alegría era contagiosa, y Clara se dio cuenta de que cada uno contribuía a la belleza del todo.
- ¡Me encanta ser parte de Colores Encantados! - gritó Clara mientras se unía a la danza. Y así, Clara aprendió que la magia no solo estaba en los colores, sino también en la diversidad y en lo que cada uno aportaba a su comunidad.
Desde entonces, Clara vivió felices días en su nuevo hogar, donde el amor por las diferencias hacía cada día más especial y colorido. Y nunca olvidó su experiencia descubriendo el misterio que hacía de Colores Encantados un lugar maravilloso para vivir.
FIN.