El Pueblo Valiente



Hace muchos años, en un pequeño pueblo llamado Valleverde, los habitantes vivían felices y en armonía. Sin embargo, una sombra oscura comenzó a cernirse sobre ellos cuando se corrió la voz de que un monstruo habitaba en el bosque cercano. Las noches estaban llenas de murmullos, y la gente se encerraba en sus casas, temiendo que el monstruo pudiera aparecer en cualquier momento.

Un día, un valiente niño llamado Lucas se armó de valor. No quería que el miedo dominara a su pueblo, así que decidió investigar y descubrir la verdad detrás de esa leyenda aterradora.

- “¡No podemos continuar así! ¡El miedo nos hace débiles! ” - dijo Lucas a sus amigos, Ana y Mateo.

- “Pero, ¿qué si es peligroso? ” - respondió Ana, con voz temerosa.

- “Siempre hay que ser valiente. Debemos descubrir qué hay realmente en el bosque”, dijo Mateo, sintiéndose un poco más seguro al ver la determinación de Lucas.

Los tres amigos decidieron adentrarse en el bosque a la siguiente mañana. Llevaban consigo una linterna, unas galletitas y, por si acaso, un palito para defenderse. Mientras caminaban, escucharon ruidos extraños.

- “¿Oíste eso? ” - le preguntó Lucas a sus amigos.

- “Es solo el viento, no hay que tener miedo”, respondió Mateo mientras miraba a su alrededor con nervios.

- “Sí, y si encontramos al monstruo, podemos hablar con él”, sugirió Ana, intentando ser positiva, aunque el miedo la invadía.

Tras caminar un buen rato, llegaron a un claro iluminado por la luz del sol. Allí encontraron una cueva oscura pero tranquila. Todos se miraron, convencidos de que debían investigar.

- “Voy a entrar primero” - dijo Lucas, con determinación. Cuando cruzó el umbral, se dio cuenta de que no había rastro del monstruo, solo unos sonidos suaves.

Mientras se adentraban en la cueva, descubrieron a un gran oso - ¡no era un monstruo! Estaba acurrucado, pareciendo triste y solitario. Lucas se acercó con cuidado.

- “Hola, amigo. ¿Por qué estás aquí solo? ” - preguntó con voz amable.

El oso, sorprendido, respondió con un gruñido suave. Ana y Mateo, al ver que Lucas no había corrido, se acercaron también. Juntos comenzaron a hablarle al oso.

- “Parece que está triste”, dijo Mateo observando al animal.

- “Tal vez se siente solo, al igual que nosotros”, reflexionó Ana.

Después de un rato, el oso comenzó a calmarse. Ellos decidieron que no era un monstruo ni una amenaza, así que le ofrecieron sus galletitas.

El oso se acercó lentamente y, al probar una, su cara se iluminó de felicidad. - “¡Mmm! ¡Deliciosas! Nunca había probado algo así”, dijo el oso, que se presentó como Oso Balú.

Los tres amigos rieron, aliviados. Era un oso amistoso que solo buscaba compañía y compartir un rato con alguien. Por esa razón nunca había salido de su cueva, porque todos le tenían miedo.

- “Podemos ser amigos”, propuso Lucas. “Y podemos contárselo a los demás en el pueblo.”

Oso Balú se sintió emocionado y aceptó la oferta. Así que los cuatro - Lucas, Ana, Mateo y Oso Balú - se dirigieron al pueblo para conocer a los habitantes.

Al principio, la gente del pueblo se asustó al ver al oso, pero cuando Lucas explicó la verdad y cómo Oso Balú solo quería amigos, poco a poco fueron acercándose. El pueblo comenzó a conocerlo y a jugar con él.

- “¡Es un gran amigo! ” - exclamó Ana, al ver cómo Oso Balú jugaba con los niños en la plaza.

Pasaron los días y Oso Balú se convirtió en parte de la comunidad. Los habitantes de Valleverde aprendieron que el verdadero miedo viene muchas veces del desconocido y que lo que parece aterrador puede ser una gran oportunidad para hacer amigos.

Desde entonces, ya no había miedo en Valleverde. Lucas, Ana, Mateo y Oso Balú continuaron viviendo juntos, compartiendo risas y aventuras. Nunca más se sintieron aterrados, porque habían aprendido que el valor y la amistad son más grandes que cualquier sombra oscura.

Y así, el pueblo se llenó de luz y alegría, teniendo siempre la puerta abierta para las nuevas amistades.

Fin

FIN.

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