El Puente de Amistad



En un soleado día en San Roque, Corrientes, dos amigas, Caperucita Roja y Blanca Nieves, decidieron dar un paseo por el parque. Mientras caminaban, llegaron al famoso puente de la vía, un lugar donde la naturaleza y las vías del tren se encontraban en perfecta armonía.

"¡Mirá qué lindo el puente, Caperucita!" - exclamó Blanca, admirando las flores que crecían en los costados.

"Sí, es hermoso. Podríamos hacer un picnic aquí mismo, ¿no crees?" - respondió Caperucita, sonriente.

Mientras las chicas iban a buscar las cosas para el picnic, de entre los árboles salió el Lobo Feroz, que estaba buscando algo para comer.

"Hola, chicas. ¿Qué hacen tan solas por aquí?" - dijo el Lobo con tono amigable.

Las chicas se miraron un poco asustadas, pero Caperucita, siempre valiente, decidió hablarle.

"Estamos buscando un lugar para hacer un picnic, ¿quieres unirte a nosotras?" - le propuso Caperucita.

El Lobo, que no esperaba que lo invitaran a algo, se sintió sorprendido y un poco incómodo.

"¡Oh! No sé... podría ser divertido, pero todos dicen que soy feroz. ¿No te asustan?" - preguntó el Lobo, reclinándose hacia atrás.

Blanca Nieves, que siempre veía lo mejor en los demás, respondió rápidamente:

"No creo que seas feroz, solo tienes una apariencia distinta. ¡Ven! Podemos ser amigos y compartir la comida del picnic."

El Lobo pensó por un momento y, aunque estaba acostumbrado a que todos lo evitaban, decidió aceptar la oferta de las chicas.

"Está bien, me parece bien. ¡Vamos a disfrutar del picnic!" - dijo sonriente.

Las tres se sentaron en el césped bajo el puente y empezaron a compartir sándwiches, frutas y galletas. Mientras comían, comenzaron a contar historias divertidas.

"Una vez me perdí en el bosque, y un grupo de patitos me ayudó a encontrar el camino de regreso. ¡Fueron unos héroes!" - contó Caperucita, riendo.

"Yo tengo una historia sobre unos enanitos corrigiendo su jardín. Eran muy graciosos." - añadió Blanca, riéndose a carcajadas.

Y así, entre risas y cuentos, el Lobo comenzó a sentirse más cómodo, e incluso contaba historias de animales del bosque que conocía.

"Y a veces, los otros animales me dicen que me aleje, pero en realidad solo quiero tener amigos. ¡No es fácil ser un lobo feroz!" - dijo el Lobo, con un tono melancólico.

Las chicas lo miraron con simpatía y Caperucita le dio una idea.

"¿Por qué no organizamos un encuentro en el puente una vez a la semana? Así podemos invitar a otros animales y hacer nuevos amigos juntos!" - sugirió emocionada.

"¡Sí! Eso sería genial!" - alegó Blanca, moviendo su cabeza con entusiasmo. "Todos merecen tener amigos, incluso un lobo feroz."

Así fue como las tres nuevas amigas decidieron hacer del puente un lugar especial. No solo se reunían a picnics, sino que también organizaban juegos y cuentos, y poco a poco, otros animales del bosque fueron uniéndose a ellas, dejando atrás los miedos y prejuicios.

Un día, mientras se preparaban para su gran encuentro semanal, los tres estaban entusiasmados. Era un hermoso día soleado, y comenzaron a decorar el puente con flores y cintas de colores.

"Hoy tendremos una fiesta!" - gritó el Lobo.

Finalmente, el puente de la vía se llenó de risas, juegos y deliciosa comida. Esa tarde, se dieron cuenta de que la amistad no sabía diferenciar entre apariencias y que todos, incluidos el Lobo, Caperucita y Blanca, eran parte de una hermosa historia de aceptación y amor.

Desde aquel día, el Puente de la Vía se convirtió en un símbolo de amistad en San Roque, donde todos los niños y animales podían reunirse, jugar y disfrutar juntos, sin importar su apariencia. Y así, el Lobo Feroz dejó de ser temido, convirtiéndose en un querido amigo entre todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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