El Puente de Colores
Era un hermoso día en el pueblo de Arcoiris. Sofía, una niña curiosa y llena de energía, decidió que era un buen momento para hacer algo especial.
"¿Qué te parece si hacemos un puente de colores, Leo?" - le propuso a Leo, quien era su amigo y siempre había tenido una gran imaginación.
Leo, que estaba en su silla de ruedas, sonrió con entusiasmo.
"¡Me encanta la idea, Sofía! Pero... ¿cómo lo haremos?" - preguntó, mirando a su alrededor en busca de inspiración.
"Podemos usar materiales reciclados, pinturas, y pediremos ayuda a los demás niños del pueblo" - sugirió Sofía.
Así fue como la noticia se esparció como el viento: "Vamos a construir un puente de colores". Al día siguiente, un grupo de niños se reunió en el parque, ansiosos por participar. Había niños que traían pinceles, otros que llevaban cartones, y algunos incluso instrumentos musicales.
"Yo puedo pintar" - dijo Tomás, un niño que siempre llevaba consigo su caja de acuarelas.
"Y yo tengo cinta adhesiva de colores" - agregó Valentina, mientras mostraba su enorme rollo brilloso.
Como un rompecabezas, cada uno aportaba algo único al proyecto. Leo, aunque no podía ayudar físicamente en la construcción, estaba lleno de ideas increíbles.
"Podríamos hacer que el puente tenga formas de estrellas y corazones" - propuso Leo, mientras imagina un arcoíris en su mente.
Con la ayuda de todos, el puente comenzó a tomar forma. Trabajaron durante horas, riendo y compartiendo historias mientras el sol iba bajando.
A medida que avanzaban, comenzaron a darse cuenta de que había diferencias entre ellos. Algunos eran muy buenos dibujando, otros en hacer ruido con los instrumentos, y algunos simplemente eran divertidos y aportaban alegría al trabajo.
Pero entonces, un giro inesperado ocurrió. Un par de niños nuevos llegó al pueblo y los miraron desde lejos. Uno de ellos, un niño llamado Lucas, pareció dudar en acercarse.
"¿Por qué no vienen?" - preguntó Sofía, al notar que no se unían a ellos.
"No sabemos si podemos ayudar. No queremos molestarles" - contestó Lucas, con timidez.
Sofía se acercó y dijo:
"¡No hay ningún problema! Cuantos más seamos, más divertido será. Vení y aporten lo que sepan!" - invitó con una gran sonrisa.
Con esas palabras, Lucas y su hermana se unieron al grupo, trayendo consigo más materiales y nuevas ideas. Pronto, todos estaban trabajando juntos al ritmo de risas y música.
Una tarde, mientras terminaban de salir los últimas detalles, Sofía notó que Leo estaba un poco callado.
"¿Estás bien, Leo?" - le preguntó, preocupada.
"Sí, estoy bien. Solo... a veces siento que no puedo hacer tanto como los demás" - contestó con un suspiro.
Sofía, mirando a su amigo con empatía, le dijo:
"Pero eres increíble en lo que haces: ¡haces que todos se sientan unidos! Y eso es lo más importante. La amistad es como un puente que une nuestros corazones".
Lee se sintió aliviado y contento de saber que su aporte era valioso. Con renovado ánimo, terminó de ayudar a decorar el puente. Finalmente, el gran día llegó. Fue un día de celebración. Todos se reunieron para admirar lo que habían construido juntos.
El puente de colores sobresalía entre el jardín del pueblo, deslumbrante y hermoso. Todos tomaron de la mano y, juntos, cruzaron por primera vez, riendo y compartiendo un abrazo grupal.
"No solo hemos hecho un puente físico, sino también un puente de amistad" - exclamó Leo, mientras miraba a sus amigos.
Desde aquel día, el puente de colores se convirtió en un símbolo del pueblo de Arcoiris, recordando a todos que, a pesar de las diferencias, si trabajamos juntos, podemos crear cosas maravillosas. Aquella experiencia no solo unió a los niños, sino que enseñó a toda la comunidad que, al final, la verdadera amistad siempre encuentra la forma de unir los corazones y construir puentes.
FIN.