El puente de la amistad
Había una vez en un bosque encantado, tres amigos muy especiales: Luna la Liebre, Max el Mapache y Lola la Ardilla. Ellos vivían juntos en una pequeña casita rodeada de árboles frondosos y flores de todos los colores.
Un día, mientras jugaban cerca del río, escucharon un fuerte rugido que provenía del otro lado del bosque. Intrigados, decidieron ir a investigar qué era ese ruido tan extraño.
Al adentrarse en el bosque, se encontraron con un oso enorme llamado Bruno que tenía una pata atrapada entre unas rocas. - ¡Ayuda por favor! - gritó Bruno con angustia. Los tres amigos se miraron entre sí y sin dudarlo un segundo se acercaron para ayudar al oso.
Max intentó empujar las rocas con todas sus fuerzas, pero no pudo moverlas. Luna propuso buscar ayuda en el pueblo cercano, pero Lola tuvo otra idea brillante.
- ¡Esperen! Creo que si trabajamos juntos podemos salvar a Bruno - dijo Lola con determinación. Así fue como los tres amigos unieron sus fuerzas y lograron liberar la pata de Bruno. El oso les agradeció emocionado y les prometió ser su amigo por siempre.
Desde ese día, los cuatro compañeros vivieron muchas aventuras juntos y se convirtieron en inseparables. Una tarde, mientras recogían frutos del bosque, se toparon con un puente roto que impedía cruzar al otro lado donde había un campo lleno de flores hermosas.
Max sugirió buscar otro camino más seguro, pero Luna recordó cómo habían salvado a Bruno trabajando juntos. - ¿Y si reconstruimos este puente? - propuso Luna con entusiasmo. Los amigos asintieron emocionados ante el desafío y se pusieron manos a la obra.
Cada uno aportó su habilidad única: Max buscaba materiales resistentes, Lola llevaba herramientas necesarias y Luna supervisaba la construcción con paciencia y dedicación. Después de mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron reconstruir el puente incluso mejor que antes.
Al cruzar al otro lado, descubrieron un campo mágico lleno de mariposas multicolores danzando entre las flores.
Se abrazaron felices por haber superado juntos otro obstáculo y disfrutaron de aquel hermoso lugar gracias a su solidaridad y trabajo en equipo. Desde entonces, Luna la Liebre, Max el Mapache, Lola la Ardilla y Bruno el Oso demostraron que cuando se tiene autoestima sólida la solidaridad para compartir desafíos todo es posible si trabajan juntos con fuerza e ingenio.
Y así siguieron viviendo felices por siempre, en su pequeña casita rodeada de árboles frondosos sabiendo que podían enfrentar cualquier reto que se les presentara.
FIN.