El Puente de la Amistad
En un pequeño pueblo rodeado de altas montañas, vivían dos comunidades muy diferentes pero igualmente especiales: los Ríos, que vivían cerca del caudaloso río que les daba agua y peces, y los Valles, quienes, al vivir en un terreno elevado, tenían tierras fértiles pero sufrían la escasez de agua potable. Durante años, estas dos comunidades habían tenido desacuerdos por la falta de agua, y cada uno defendía ferozmente su territorio y necesidades.
Un día, mientras los Ríos discutían acaloradamente en la plaza del pueblo, un pequeño niño llamado Lucas, que pertenecía a los Ríos, decidió acercarse a su amiga Sofía, quien era de los Valles.
"- Sofía, ¿por qué siempre tenemos que pelear? - preguntó Lucas con curiosidad. - Nunca vamos a encontrar una solución si seguimos así.
- No lo sé, Lucas. Pero para nosotros, el agua es muy importante, y no podemos vivir sin ella. - respondió Sofía, mirando hacia el río que fluía alegremente.
Los adultos no querían escuchar a los niños, aferrándose cada uno a sus propias ideas. Lucas y Sofía decidieron hacer algo al respecto. Un día, mientras jugaban cerca del río, descubrieron un pequeño manantial escondido entre las rocas. El agua brotaba fresca y pura.
"- ¡Mirá, Sofía! ¡Este lugar tiene agua! - exclamó Lucas, emocionado. - ¿Y si compartimos este manantial con nuestros pueblos?
- ¡Esa es una gran idea! - dijo Sofía, con los ojos brillando. - Pero, ¿cómo podemos hacer que los demás se den cuenta de esto?
Así que los dos amigos decidieron construir un puente sobre el manantial, para que ambos pueblos pudieran ir y venir sin problemas. Llamaron a todos los niños de los Ríos y los Valles para ayudarles. Juntos, recolectaron ramas, piedras y lianas, y comenzaron a trabajar.
Mientras construían, los adultos se acercaron intrigados por el bullicio.
"- ¿Qué están haciendo, chicos? - preguntó el abuelo de Lucas.
- Estamos construyendo un puente para compartir el agua con los Valles. - respondió Sofía, sonriendo.
Los adultos miraron a sus hijos y comenzaron a darse cuenta de lo que estaba pasando. Un viejo sabio de los Ríos dijo: "- Niños, me parece que están haciendo algo muy importante. Tal vez deberíamos dejar de pelear y apoyarlos en su idea."
"- ¡Sí! - gritaron los demás adultos, y pronto se unieron a la construcción del puente. Todos trabajando juntos: los Ríos trayendo piedras del río y los Valles recolectando madera de sus bosques.
Días después, el puente estaba listo. Era hermoso y resistente, y conectaba al manantial con ambos pueblos. Lucas y Sofía miraron a sus comunidades.
"- ¡Ahora podemos compartir el agua, nuestras historias y nuestras risas! - dijo Lucas, lleno de alegría.
"- ¡Sí! - exclamó Sofía. - Este es el comienzo de una nueva amistad."
Desde ese día, los Ríos y los Valles compartieron el manantial. Grupos de niños de ambos pueblos se aventuraban a explorar juntos, contándose historias mientras recogían flores y frutas del bosque. La competencia fue reemplazada por la cooperación.
Los adultos también comenzaron a realizar actividades en conjunto, organizando ferias y celebraciones donde podían aprender unos de otros y fortalecer su amistad. El pueblo que una vez estuvo dividido ahora se convirtió en un lugar lleno de alegría y unidad.
Cada año, celebraban el aniversario del Puente de la Amistad, recordando cómo un simple manantial y dos niños decididos terminaron con la rivalidad y construyeron un futuro en el que ambos pueblos compartieron su riqueza más valiosa: el agua y la amistad.
Y así, Lucas y Sofía se convirtieron en un símbolo de lo que sucede cuando se elige la amistad por encima del conflicto. Y todos aprendieron que, aunque seamos diferentes, siempre se puede encontrar un camino hacia el entendimiento y la colaboración.
FIN.