El Puente de la Amistad
Hace mucho tiempo, en un lindo pueblo rodeado de montañas y ríos, vivían dos amigas inseparables, Lucía y Sofía. Desde pequeñas, compartieron risas y aventuras, pero un día, algo inesperado sucedió: Sofía y su familia se mudaron a una ciudad lejana. Aunque al principio intentaron mantenerse en contacto, poco a poco, las cartas y las llamadas se volvieron menos frecuentes, y su amistad se fue desvaneciendo como un dibujo en una hoja de papel.
Lucía sentía un gran vacío en su corazón. Extrañaba las tardes de juegos y las confidencias con Sofía. Un día, mientras jugaba sola en el parque, decidió que tenía que encontrar una forma de reencontrarse con su amiga. "¿Por qué no hago un puente?"-, se dijo a sí misma, entusiasmada con la idea.
Lucía comenzó a recolectar materiales de desecho: ramas, piedras y hojas. Durante varias semanas, trabajó en la construcción de un puente sobre el río que separaba sus casas. "Esto ayudará a Sofía a cruzar y venir a jugar conmigo nuevamente"-, pensaba Lucía mientras ataba con esfuerzo las ramas.
Sin embargo, cuando el puente estuvo terminado, Lucía se encontró con un nuevo desafío. Sofía nunca había prometido volver, y el miedo a lo desconocido la detuvo. "¿Y si no quiere cruzar?"-, murmuró, sintiéndose un poco desilusionada.
Una tarde, mientras Lucía se sentaba junto al puente, un pajarito se posó a su lado. "¿Por qué tan triste?"-, le preguntó el pajarito. "Extraño mucho a mi amiga Sofía, y construí este puente para que vuelva, pero no sé si lo hará"-.
El pajarito, con su voz suave, le respondió: "A veces, las verdaderas amistades están a solo un paso de distancia. Pero no se trata solo de construir puentes, también hay que encontrar el valor para cruzarlos"-.
Esas palabras resonaron en el corazón de Lucía, quien decidió que tenía que hacer algo más. Así que, no solo construyó un puente físico, sino que también decidió hacer uno de palabras y emociones. Empezó a escribir cartas llenas de recuerdos divertidos y momentos especiales que habían compartido.
Al cabo de unas semanas, Lucía envió una carta a Sofía junto con una foto del puente que había construido. "Espero que esto te anime a volver. La amistad puede ser un puente que nunca se destruye"-, firmó. Pasaron algunos días, pero finalmente, un día, recibió una respuesta. Sofía había guardado todos esos recuerdos y, al ver el puente, sintió que era momento de volver a su querido pueblo.
Cuando Sofía llegó, se abrazaron con fuerza, llenas de alegría. "Sofi, ¡mirá el puente!"-, dijo Lucía emocionada. "Es increíble, ¡eres una artista!"-, le respondió Sofía con una gran sonrisa.
Ambas cruzaron el puente juntas y se sentaron en la orilla del río a recordar viejas historias, reírse y hablar sobre las nuevas aventuras que les esperaban. Desearon que las distancias nunca más separaran su amistad.
Con el tiempo, el puente se tornó un símbolo de su conexión. Decidieron que no solo sería un lugar especial para ellas, sino también para todos los amigos del pueblo. Organizaron días de encuentro y diversión en el puente, donde compartían juegos y risas, recordando a todos que una verdadera amistad puede superar cualquier distancia.
Así, Lucía y Sofía nunca olvidaron que la amistad requiere trabajo, pero lo más importante es el amor y la voluntad de cruzar puentes, sin importar cuán altos o largos parezcan.
FIN.