El Puente de la Amistad



Era un día soleado en la escuela primaria "Las Estrellas". Todos los niños jugaban en el patio, riendo y saltando. Sin embargo, había un niño que se apartaba de los demás, su nombre era Lucas. Lucas venía de un barrio difícil y no había tenido las mismas oportunidades que los otros. A menudo, descargaba su enojo en sus compañeros, pegándoles o empujándolos.

Un día, mientras jugaba a la pelota, vi cómo Lucas empujaba a Nicolás, un niño más tímido.

"¡Deja de ser tan molesto, Lucas!" le grité.

"¿Y a mí qué me importa?" replicó con un aire desafiante.

La profesora, Sra. Andrea, decidió actuar. Ella era conocida por su paciencia.

"Lucas, ven aquí por un instante", le dijo suavemente.

Lucas se acercó, con la cabeza baja.

"¿Por qué siempre te comportás así con tus compañeros?"

"Nadie me entiende..." respondió, casi en un susurro.

La profe decidió llevar a cabo una reunión con los padres de los chicos para entender la situación. De repente, mamá llegó a la escuela.

"¿Qué pasa, Sra. Andrea?" preguntó un poco preocupada.

"Necesito hablar con usted sobre Lucas. Me parece que hay algo que no entendemos del todo."

La mamá escuchó atentamente la situación:

"Me parece que Lucas necesita apoyo. Él no ha tenido la misma suerte que muchos de nosotros. Creo que no sabe cómo relacionarse. Lo último que quiere es hacer daño, sino que se siente solo y frustrado."

Después de esa charla, decidí que era tiempo de hacer algo. La semana siguiente, organicé un juego en grupo durante el recreo. Todos participaban, exceptuando a Lucas.

"¡Lucas! Vení a jugar con nosotros!" le grité.

"No, no quiero jugar", contestó, pero podía ver la curiosidad en su mirada.

Finalmente, lo convencí:

"Dale, hacemos equipo y ¡te prometo que te voy a ayudar si te resulta difícil!"

"¿De verdad?", preguntó Lucas un poco sorprendido.

"Sí, esto es para divertirse. Además, todos merecen jugar".

Se unió al juego, y tras unos minutos, empecé a notar un cambio. Al principio, Lucas era un poco brusco, pero luego comenzó a sonreír.

"¡Mirá, soy bueno en esto!" dijo mientras corría a atrapar la pelota.

Los demás niños, al ver su alegría, se unieron también. Al finalizar el juego, Lucas me miró y dijo:

"Nunca pensé que sería divertido jugar así. Gracias por invitarme."

"Siempre podés jugar con nosotros, Lucas. Todos somos amigos aquí".

Desde entonces, sucedió algo maravilloso. La actitud de Lucas hacia los demás cambió.

"Solo necesitaba un chance" me dijo un día, mientras jugábamos juntos.

"Exacto. A veces, todos pasamos por momentos difíciles. Pero la amistad puede ser un puente que nos une."

Con el tiempo, Lucas empezó a conseguir amigos y su comportamiento mejoró. Ya no era ese niño que pegaba a los demás, sino un compañero lleno de risas.

La profesora Sra. Andrea organizó un pequeño acto de reconocimiento para Lucas y para mí.

"Hoy celebramos la amistad y cómo todos pueden cambiar si les damos una oportunidad."

"Lucas, gracias por ser parte de nuestro grupo", le dije con una sonrisa.

"Gracias a ustedes por no darme la espalda" reiteró Lucas.

A partir de aquel día, me di cuenta que la vida es un camino donde todos podemos ayudarnos. A veces, una simple invitación puede transformar el día de alguien y su manera de actuar. Cada uno de nosotros tiene alguna carga que lleva, pero con amor y amistad, siempre podemos encontrar una salida.

Y así, el puente de la amistad creció más fuerte que nunca, llevando con él sonrisas y alegrías en el recreo.

Desde entonces, recordé siempre que a veces las oportunidades marcan la diferencia, y que ser un buen amigo significa tender la mano a quienes más lo necesitan.

FIN.

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