El Puente de la Amistad
En un pequeño pueblo llamado Arcoiris, vivían dos amigos inseparables: Lucas, un niño aventurero de cabello rizado, y Sofía, una niña creativa que siempre llevaba un cuaderno para dibujar. Juntos exploraban los campos, montaban en bicicleta y compartían secretos bajo el gran roble del parque.
Un día, jugando cerca del río, descubrieron un puente viejo y colorido. Era un puente que conectaba Arcoiris con el misterioso bosque de Colores, un lugar del que todos hablaban pero pocos se atrevían a visitar.
"¡Vamos a cruzarlo!" - exclamó Lucas, emocionado.
"¿Y si hay monstruos?" - dijo Sofía, un poco asustada.
"No hay monstruos, son solo cuentos. Vamos, será una gran aventura" - insistió Lucas.
Así que, armados de valor, decidieron cruzar el puente. Mientras caminaban, Sofía se sintió nerviosa y, de repente, tropezó con una piedra, haciendo que se cayera al suelo.
"¡Ay, Sofía! ¿Estás bien?" - preguntó Lucas, preocupado.
"Sí, pero ahora me duele la rodilla" - respondió Sofía, esforzándose por sonreír. "Creo que debería quedarme aquí."
Lucas la miró y, aunque tenía ganas de seguir explorando, decidió que lo más importante era cuidar de su amiga.
"No, no te quedarás sola. Te ayudaré a levantarte y podemos volver. La aventura puede esperar" - dijo Lucas, ayudándola a levantarse.
Sofía sonrió al escuchar las palabras de su amigo y, aunque le dolía la rodilla, se sintió agradecida por el respeto que Lucas tenía hacia ella. Juntos, decidieron regresar al pueblo.
Sin embargo, de camino de vuelta se encontraron con un grupo de niños que estaban construyendo un pequeño barco con ramas y hojas junto al río.
"¡Miren! Están haciendo un barco. ¡Yo sé cómo hacer uno!" - dijo Sofía, emocionada.
"¡Y yo puedo ayudar!" - agregó Lucas.
Los dos amigos se acercaron y se unieron a los demás niños. Juntos, comenzaron a trabajar en equipo, compartiendo ideas y respetando las opiniones de todos.
"Yo creo que deberíamos hacer la vela así" - sugirió Sofía.
"No, mejor así, mira. A mí me parece que quedaría mejor de otro color" - replicó uno de los niños.
"Podemos hacer dos y ver cuál nos gusta más" - propuso Lucas, buscando una solución.
Los niños comenzaron a colaborar y, al final, construyeron un hermoso barco. Todos estaban muy orgullosos de su trabajo en equipo.
"¡Lo logramos!" - gritó uno de los niños, mientras lanzaban el barco al río.
Sin embargo, el barco no se mantuvo a flote y comenzó a hundirse. Los niños se sintieron desanimados.
"No importa, podemos intentar de nuevo. Lo importante es que trabajamos juntos y aprendimos" - dijo Sofía, recordando lo valioso que era el respeto y la amistad.
"¡Sí!" - asintió Lucas. "Podemos hacerlo mejor esta vez, ¡no se rindan!"
Con más ganas, comenzaron de nuevo a construir otro barco, esta vez escuchando aún más las ideas de los demás. Con esfuerzo y unión, lograron hacer un barco que flotó con éxito. Todos se abrazaron, llenos de alegría.
"¡Lo logramos!" - gritó Lucas nuevamente.
"Sí, y gracias por siempre ayudarme, Lucas. Eres un gran amigo" - respondió Sofía con una sonrisa.
Esa tarde, mientras volvían a casa, los amigos hablaron sobre lo que habían aprendido.
"¿Ves? A veces tenemos que aprender a esperar y respetar las ideas de los demás. Eso es lo que hace una verdadera amistad" - reflexionó Sofía.
"Sí, y siempre que uno de nosotros caiga, el otro estará ahí para levantarlo" - agregó Lucas.
Desde ese día, Lucas y Sofía no solo se convirtieron en aventureros, sino también en ejemplos de amistad y respeto para todos los niños del pueblo. Juntos, siguieron explorando, construyendo sueños, y sobre todo, siempre cuidando el uno del otro y de los demás. Y así, el puente que habían cruzado se convirtió en un símbolo de su amistad y del respeto que siempre se debía tener entre amigos.
Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.