El puente de la amistad
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivían dos grupos de niños: los del norte y los del sur. Aunque estaban a solo un corto camino de distancia, el río que los separaba era tan caudaloso que nunca se atrevían a cruzarlo. Los del norte eran alegres y les encantaba jugar con los barcos de papel, mientras que los del sur disfrutaban armando castillos de arena en la orilla. Pero a menudo se sentían solos, deseando conocer a los niños del otro lado.
Un día, durante el almuerzo, Sofía, una niña del norte, tuvo una idea emocionante.
- “¡Podríamos construir un puente para conocer a los chicos del sur! ”
Los niños del norte se miraron, llenos de emoción.
- “¡Sí! ¡Eso sería genial! ” - exclamó Lucas, el más aventurero del grupo.
Pero cuando contaron su plan a sus padres, la respuesta no fue la que esperaban.
- “Es muy peligroso, chicos. El río es muy fuerte. No deben intentar cruzarlo.” - les advirtió la mamá de Sofía.
Los niños se sintieron desalentados, pero Sofía no se rindió. Sabía que un puente podría unir a ambos grupos. Entonces, decidió hablar con los niños del sur.
Un día soleado, Sofía se aventuró al sur con una nota. Cuando llegó, se sentó en la orilla del río y comenzó a escribir:
- “Hola, somos los chicos del norte. Queremos hacer un puente para conocernos. ¿Quieren ayudarnos? ”
Lanzó la nota en una botella y la dejó flotar. Para su sorpresa, al día siguiente, una respuesta llegó con la corriente. Era de Martín, un chico del sur.
- “¡Hola, chicos del norte! ¡Nos encantaría ayudar! Juntos podemos hacer un puente.”
Sofía se llenó de alegría y corrió a contarles a sus amigos.
- “¡Ellos quieren participar! ” - gritó, dando brincos de emoción.
Poco después, se organizó una reunión en la orilla del río. Los niños de ambos lados se sentaron alrededor de una gran roca y empezaron a hablar sobre cómo podrían hacer el puente.
- “Podríamos usar troncos y cuerdas” - sugirió Lucía, una niña del sur con mucho ingenio.
- “Claro, pero también necesitamos algo que flote para asegurarlo en el agua” - agregó Felipe, un niño del norte.
Y así, comenzaron a planificar la construcción del puente. Se dividieron en grupos: unos fueron a buscar troncos, otros recolectaron cuerdas y algunos se encargaron de traer piedras.
Sin embargo, cuando estaban a punto de comenzar a construir, una lluvia inesperada cayó sobre el pueblo. El río creció y arrastró varios troncos que habían recolectado. Los niños se sintieron horrorizados.
- “¡No! ¡Todo nuestro trabajo! ” - lloró Sofía.
- “No hay que rendirse, chicos. Vamos a pensar en otra forma” - dijo Martín tratando de animar al grupo.
Después de un rato, una idea brillante surgió entre ellos.
- “Si no podemos usar troncos, ¿Qué tal si hacemos un puente de cuerda y red? ” - propuso Clara, una de las más creativas del grupo.
- “¡Sí! ¡Pero necesitamos más cuerdas! ” - agregó Lucas, llenándose de determinación.
Los niños trabajaron arduamente durante días. Recogieron cuerdas, fabricaron redes y pusieron todo su esfuerzo en cada nudo.
Finalmente, llegó el gran día de la inauguración del puente. Con gran emoción, los niños del norte y del sur se pararon juntos en el borde del río. Con sus manos entrelazadas, miraron el puente que habían construido.
- “¡Uno, dos, tres! ” - gritaron al unísono. Con pasos temerosos, cruzaron el puente juntos. Una vez al otro lado, comenzaron a reír y a abrazarse. La alegría era contagiosa.
- “¡Lo logramos, somos amigos! ” - exclamó Martín.
A partir de ese día, el puente no solo unió dos riberas, sino también dos grupos de amigos que jamás se habían conocido. Juntos, organizaron juegos, picnics y muchas aventuras más.
Cada vez que cruzaban el puente, recordaban cómo habían trabajado juntos y cómo su amistad había crecido. Todos aprendieron que aunque los desafíos pueden parecer grandes, trabajando en equipo y con un poco de creatividad, ¡se pueden lograr grandes cosas!
FIN.