El Puente de la Amistad



Era un hermoso día en el pueblo de Los Mangueros. Los árboles estaban llenos de flores y los niños jugaban en el parque. Entre ellos se encontraban Lara y Tomi, dos amigos inseparables que siempre estaban buscando nuevas aventuras. Un día, mientras jugaban cerca del río, se dieron cuenta de que había un gran problema.

"Mirá, Lara, no podemos cruzar el río para llegar a la otra orilla", dijo Tomi con frustración.

"Tenés razón, Tomi. Pero, ¿y si hacemos un puente?" propuso Lara, llenando su cara de entusiasmo.

"¡Eso suena increíble!" respondió Tomi, emocionado.

Decidieron que construirían un puente para poder jugar en la otra orilla del río. Sin embargo, no tenían ni idea de cómo hacerlo. Entonces, se acordaron de una amiga muy inteligente que siempre ayudaba cuando las cosas se ponían difíciles.

"¡Vamos a buscar a Sofía! Ella sabe mucho sobre tecnología", sugirió Lara.

"Buena idea, Larita. ¡Vamos!".

A toda prisa, fueron a la casa de Sofía. Mientras caminaban, pensaban en cómo sería su puente.

"¿Te imaginas un puente de madera y cuerdas?", dijo Tomi, agitando sus manos.

"O un puente hecho con ramas y hojas!" agregó Lara, entusiasmada.

Cuando llegaron a la casa de Sofía, notaron que ella estaba trabajando en unos dibujos en su computadora.

"¡Hola, chicos! ¿Qué están haciendo?" preguntó Sofía al verlos.

"¡Nosotros vamos a hacer un puente para cruzar el río! Pero no sabemos por dónde empezar."

"¡Genial! Te puedo ayudar. Primero tenemos que pensar en el diseño", respondió Sofía, dibujando un puente en su pantalla.

"¿Por qué no hacemos un puente que se mueva? Como en las películas!" propuso Tomi, mostrando su espíritu aventurero.

Sofía sonrió.

"Podemos hacer un puente levadizo. Pero necesitaríamos materiales y personas que nos ayuden. ¡Vamos a reunir a más amigos!"

Con todo el entusiasmo, empezaron a reunir a sus compañeros del colegio. Cada uno tenía una habilidad especial que podría ayudar a construir el puente. Así fue como llamaron a Juan, que sabía mucho de carpintería, y a Ana, que siempre encontraba en su casa cosas reciclables.

"¡Chicos, necesitamos algo para hacer la estructura!", exclamó Sofía.

"Yo tengo un montón de pallets viejos en mi casa!" ofreció Juan.

"¡Y yo tengo cañas para hacer las cuerdas!" agregó Ana.

Con todos sus materiales recolectados, se pusieron manos a la obra. Pero al poco tiempo, se dieron cuenta de un gran obstáculo; el río tenía una corriente muy fuerte y el terreno del lado opuesto era muy angosto.

"¿Cómo vamos a hacer un puente firme si el terreno no aguanta?" preguntó Tomi, preocupado.

"No podemos rendirnos. Lo que podemos hacer es diseñar un puente que tenga soportes!", sugirió Sofía.

"¡Sí! Podríamos hacer pilares en el agua para que se mantenga!" exclamó Juan lleno de ideas.

Así que todos se pusieron a trabajar en un nuevo diseño. Con alegría y trabajo en equipo, comenzaron a construir el puente, y poco a poco fue tomando forma. Pero, cuando estaban a punto de terminar, el cielo se nubló y empezó a llover.

"¡No puede ser! Todo nuestro trabajo..." lloró Lara.

"No hay problema, ¡solo tenemos que cubrir el puente mientras llueve!" dijo Sofía.

Con ingenio, todos se movieron rápido y buscaron unos plásticos viejos para cubrir la estructura. Sin darse cuenta, la lluvia se suavizó y una hermosa luz del sol comenzó a brillar.

Cuando por fin terminaron el puente, todos estaban felices. Tomi dio un paso adelante y dijo:

"¡Es nuestro puente! ¡Hagamos la prueba!"

"¡Voy yo primero!" gritó Ana, saltando al puente con una gran sonrisa. Todos lo siguieron, riendo y brincando.

El puente no solo les permitió cruzar el río, sino que también se convirtió en un emocionante lugar de juegos. Ahora podían jugar libremente entre los dos lados del río, siempre recordando cómo se había hecho su puente de la amistad.

El puente no solo unió dos orillas, sino que también unió corazones y amistades. Desde entonces, aprendieron que con creatividad, trabajo en equipo y un poco de perseverancia, podían lograr grandes cosas juntos.

FIN.

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