El Puente de la Amistad



En un pequeño pueblo de Paraguay, había dos amigos inseparables: Ezequiel y Ana. Ambos compartían la misma edad, pero eran muy diferentes. Ezequiel era un apasionado del fútbol y siempre llevaba una pelota a todas partes. Ana, por otro lado, adoraba pintar y siempre tenía un pincel en la mano. A pesar de sus diferencias, tenían un lazo especial que los unía.

Un día, en la escuelita del pueblo, la maestra Yolanda propuso un proyecto comunitario: construir un puente sobre el arroyo que dividía el barrio. "Este puente simbolizará la unidad de todos nosotros", -dijo la maestra.

Ezequiel, emocionado, gritó: "¡Vamos a hacer algo grande! Podemos organizar un partido de fútbol para juntar dinero para los materiales!".

Ana, siempre creativa, dijo: "Y también podemos hacer una subasta de mis pinturas!".

La idea del partido fue muy bien recibida, pero algunos chicos del barrio, que no eran tan buenos en el fútbol, se sintieron excluidos. "No vamos a jugar bien, no somos como ustedes", -dijo uno de ellos, triste.

Ezequiel miró a Ana y sugirió: "Podemos dividir los equipos en grupos. Cada grupo puede tener distintos talentos. Podemos hacer un lugar para que todos participen, aunque no sepan jugar fútbol".

Ana asintió. "Sí, y quizás podamos hacer un mural con los dibujos de todos en la comunidad, como parte de la celebración del puente. Así, todos podrán expresar su creatividad!"

La idea encantó a los demás niños, y pronto todos estaban hablando sobre cómo podían contribuir. Algunos traían comida, otros ofrecían ayudar a organizar el evento. La inclusión les hizo sentir parte de algo grande, y la chispa de la amistad iluminó el patio de la escuela.

Días después, llegó el gran día. Ezequiel y Ana estaban nerviosos pero emocionados. "Espero que todo salga bien", -dijo Ezequiel, ajustándose la camiseta.

"No te preocupes, lo importante es que todos estén felices y participen" – respondió Ana, sonriendo.

El partido fue un éxito. Todos jugaron, se rieron y, lo más importante, se sintieron parte de un mismo equipo. Después del partido, se llevó a cabo la subasta de las pinturas de Ana, y las sonrisas de todos eran contagiosas. La alegría en el aire era evidente.

Finalmente, la comunidad se unió para construir el puente, usando el dinero recaudado. Durante días, trabajaron juntos, codo a codo, en un clima de entusiasmo y camaradería.

Una mañana, cuando el puente ya estaba casi terminado, Ana sugirió: "Vamos a hacer una ceremonia para inaugurar nuestro puente. Este es un símbolo de la amistad y la tolerancia entre todos nosotros!".

En la ceremonia, Ezequiel tomó la iniciativa y dijo: "Hoy no solo inauguramos un puente, sino también una amistad más fuerte entre todos. Aunque seamos diferentes, juntos podemos lograr cosas increíbles".

Todos aplaudieron. Entonces, Ana se levantó y, con voz dulce, dijo: "Así como los colores de nuestras pinturas, cada uno de nosotros aporta algo único a nuestra comunidad. ¡Seamos siempre tolerantes y siempre recordemos esta unión!".

Desde ese día, el puente se convirtió en un lugar especial donde todos se reunían, compartían, jugaban y creaban arte. Ezequiel y Ana, junto a sus amigos, habían aprendido que la verdadera amistad y la tolerancia era lo que unía a la comunidad, y una lección que llevarían consigo para siempre. Y así, en aquel pequeño pueblo de Paraguay, la amistad y la tolerancia florecieron como hermosas flores en un jardín, llenando los corazones de todos con alegría y esperanza.

FIN.

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