El puente de la amistad



Había una vez un grupo de niños que vivían en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre. Siempre se reunían en el patio de la casa de uno de ellos para jugar y pasar momentos divertidos juntos.

Pero un día, algo triste sucedió. Mientras los niños reían y jugaban, llegaron otros niños del pueblo que nunca antes habían visto. Estos nuevos niños eran mayores y creían ser mejores que los demás.

Sin ninguna razón, decidieron expulsar a los niños del patio y tomarlo como propio. Los pobres niños se sintieron muy tristes e injustamente tratados. No entendían por qué esos chicos nuevos les habían hecho eso.

La herida de la injusticia era profunda en sus corazones. Uno de ellos, llamado Tomás, decidió hablar con su abuelo sobre lo sucedido. Su abuelo era sabio y siempre tenía buenos consejos para darle.

"Abuelo, hoy nos han expulsado del patio donde siempre jugamos sin motivo alguno", le contó Tomás a su abuelo con lágrimas en los ojos. El abuelo escuchó atentamente y luego dijo: "Tomás, la vida puede ser injusta a veces, pero debemos aprender a sanar las heridas que deja la injusticia".

Tomás no estaba seguro de cómo hacerlo, pero confiaba en las palabras de su abuelo. Al día siguiente, Tomás invitó a sus amigos al río cercano al pueblo donde solían ir a pescar con sus padres.

Pensó que quizás allí podrían encontrar consuelo y diversión mientras sanaban sus corazones heridos. Cuando llegaron al río, encontraron una sorpresa. Los niños que los habían expulsado del patio también estaban allí, pero esta vez parecían tristes y solos. —"Hola" , saludó Tomás con valentía.

"¿Por qué nos hicieron eso ayer? No les hemos hecho nada malo". Los chicos nuevos se miraron entre ellos y uno de ellos respondió: "Lo siento mucho.

Estábamos celosos de lo divertido que parecían pasar en su patio y pensamos que si lo teníamos para nosotros seríamos más felices". Tomás comprendió entonces que la injusticia había nacido de la envidia y la tristeza de esos niños. "Saben, todos podemos jugar juntos aquí en el río", propuso Tomás.

"No necesitamos pelear ni causarnos daño unos a otros". Los demás niños asintieron con entusiasmo, deseando dejar atrás los problemas del pasado y comenzar una nueva amistad.

A partir de ese día, los niños aprendieron a sanar las heridas de la injusticia al perdonar a aquellos que les habían lastimado. Juntos, construyeron un puente simbólico sobre el río para recordarse mutuamente la importancia de la amistad y el perdón.

Con el tiempo, incluso invitaron a más niños del pueblo a unirse a ellos en sus juegos y aventuras. El patio se volvió demasiado pequeño para todos, pero eso no importaba porque ahora sabían que podían encontrar alegría y consuelo dondequiera que estuvieran juntos.

Y así fue como aquellos niños lograron superar la injusticia, sanando sus corazones heridos con amor, perdón y una nueva amistad que duraría para siempre. Fin.

FIN.

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