El puente de la igualdad
Había una vez en un lejano reino, dos aldeas vecinas llamadas Villa Alegre y Pueblo Feliz.
Ambas aldeas eran muy diferentes entre sí: en Villa Alegre vivían los duendes que eran pequeños y ágiles, mientras que en Pueblo Feliz habitaban los gigantes que eran grandes y fuertes. Un día, el Rey de la región decidió organizar un gran concurso para promover la igualdad entre las dos aldeas.
El desafío consistía en construir un puente sobre el río que separaba a las dos comunidades. El primer equipo en terminar su parte del puente sería el ganador y recibiría un gran premio. Los duendes de Villa Alegre y los gigantes de Pueblo Feliz aceptaron el desafío con entusiasmo.
Durante días trabajaron arduamente en sus respectivas partes del puente, cada uno utilizando sus habilidades únicas para contribuir al proyecto. Al principio, todo iba bien.
Los duendes construían la estructura del puente con agilidad y precisión, mientras que los gigantes levantaban las pesadas columnas con su fuerza sobrenatural. Pero pronto comenzaron a surgir problemas. "¡No podemos alcanzar esa viga tan alta!", exclamó uno de los duendes preocupado.
"Y nosotros no podemos levantar esta enorme piedra sin ayuda", dijo un gigante frustrado. La desigualdad de tamaños entre los habitantes de las dos aldeas estaba dificultando la construcción del puente.
Sin embargo, en medio de la adversidad, surgió una idea brillante: trabajar juntos como un equipo combinando sus fortalezas para superar cualquier obstáculo. Los duendes subieron a los hombros de los gigantes para llegar a las alturas más difíciles, mientras que los gigantes protegían a los duendes con su fuerza cuando era necesario levantar objetos pesados.
Juntos lograron completar el puente justo a tiempo para la evaluación final.
El Rey quedó impresionado por el trabajo en equipo demostrado por ambas aldeas y declaró:"¡En este día histórico queda demostrado que la verdadera igualdad no se trata de ser todos iguales, sino de complementarnos unos a otros con nuestras diferencias! Por eso declaro empate en este concurso".
Los habitantes de Villa Alegre y Pueblo Feliz celebraron juntos su victoria compartida y desde ese día aprendieron a valorar y respetar las diferencias entre ellos. El puente se convirtió en un símbolo de unidad e igualdad que recordaba a todos que juntos podían superar cualquier desafío.
Y colorín colorado, este cuento ha enseñado que cuando trabajamos juntos respetando nuestras diferencias, ¡todo es posible!
FIN.