El Puente de los Colores



En un pequeño pueblo llamado Vallecolor, dos mundos se separaban por un hermoso río. En un lado vivía Sofía, una niña curiosa que adoraba recoger piedras de colores. En el otro lado, estaba Lucas, un niño travieso al que le encantaba jugar con su perro, Max. Ambos niños nunca habían cruzado el río, ya que sus padres les habían advertido sobre la importancia de no hacerlo.

Una tarde soleada, Sofía salió a buscar nuevas piedras. El río brillaba con el reflejo del sol, y ella se sentó en la orilla para observar su curso. Mientras tanto, Lucas y Max jugaban a la pelota en su lado.

- “¡Max, atrapá! ” - gritó Lucas, lanzando la pelota. La bola fue a parar justo en la orilla del río.

Sofía vio cómo la pelota azul flotaba cerca de su lado. No pudo resistir la tentación. Decidió acercarse un poco más.

- “¡Hola! ¿Esa pelota es tuya? ” - preguntó Sofía, extendiendo la mano hacia el objeto.

- “¡Sí! ¡La necesito! ” - contestó Lucas, un tanto sorprendido de ver a una niña al otro lado.

Sofía pensó en cómo podía ayudar. - “¿Y si hago un pequeño puente con estas piedras que tengo aquí? ” - se dijo a sí misma.

Juntas, comenzaron a armar una pequeña pasarela de piedras en la orilla del río.

- “Esto puede funcionar, pero necesitamos más piedras coloridas para que sea más sólida.” - dijo Sofía entusiasmada.

- “Yo puedo buscar! ” - exclamó Lucas, y corrió a buscar más piedras mientras Sofía seguía armando el puente. Lucas regresó con una pila de rocas brillantes.

- “¡Mirá lo que encontré! ” - dijo, mostrando una piedra dorada que brillaba intensamente.

Mientras trabajaban, comenzaron a hablar.

- “¿Siempre recolectas piedras? ” - preguntó Lucas.

- “Sí, me gustan las historias que cada piedra cuenta. Cada una es diferente y tiene su propia belleza,” - respondió Sofía, sosteniendo una hermosa piedra roja.

Lucas, intrigado, siguió ayudando. Juntos, lograron armar un puente colorido, pero justo cuando iba a cruzar, un viento fuerte sopló, haciendo que el puente tambaleara.

- “¡Sofía, cuidado! ” - gritó Lucas, tratando de mantener las piedras en su lugar.

- “¿Qué hacemos? ” - preguntó Sofía, asustada pero decidida.

- “Probemos de nuevo, pero esta vez trabajemos en equipo. Desde este lado, yo encontraré más piedras para asegurar el puente y vos desde el tuyo también,” - propuso Lucas.

Sofía asintió, y los dos comenzaron a buscar a la orilla del río diversas piedras que pudieran usar para fortalecer su puente. Con cada piedra que colocaban, el vínculo entre los dos mundos se hacía más fuerte.

Después de un rato, lograron estabilizar el puente. Sofía expresó su alegría.

- “¡Lo logramos! Ahora podemos cruzar.” - dijo con una gran sonrisa.

Lucas también sonrió, pero al mirarla por primera vez, sintió un poco de nervios.

- “¿Estás lista para cruzar? ” - le preguntó.

- “Sí, pero primero voy a dejar mis piedras aquí, para que las veas,” - respondió Sofía mientras colocaba con cuidado sus tesoros en el puente.

Con cada paso, Sofía se sentía más emocionada y Lucas más nervioso. Cuando cruzó, ambos niños se miraron y rieron juntos.

- “¡Hola, soy Lucas! ” - se presentó el niño, extendiendo su mano.

- “Soy Sofía. Y mirá cuántas piedras lindas tengo. Quiero que las veas,” - respondió emocionada.

Desde ese día, los dos se hicieron amigos inseparables. Juntos exploraron el mundo de colores de Sofía y los traviesos juegos de Lucas. Descubrieron que ambos mundos eran hermosos, pero aún más cuando estaban juntos.

- “¿Sabés? Creo que nuestras diferencias son como estas piedras. Cada una tiene un color único, pero juntas forman algo maravilloso,” - dijo Sofía.

- “¡Exacto! Y siempre debemos estar dispuestos a aprender del otro,” - respondió Lucas.

Así, día tras día, los niños exploraron sus pasiones y descubrieron un montón de cosas juntos, siempre construyendo más puentes, tanto de piedras como de amistad, entre sus mundos distintos. En Vallecolor, cada niño aprendió que la curiosidad y la apertura eran la verdadera magia que unía sus corazones.

FIN.

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