El Puente de los Sueños
En un pequeño pueblo en la frontera entre Argentina y Brasil, vivía una niña llamada Iracema. Era una chica aventurera y llena de sueños que adoraba explorar los rincones de su tierra. Todos los días, después de la escuela, iba a jugar cerca del río que separaba a su país del vecino. Allí, su mirada siempre se perdía en el horizonte, imaginando un mundo donde pudiera cruzar sin pensar en las diferencias.
Un día, mientras recogía flores junto a la orilla, conoció a un niño brasileño llamado Joao. Él era alegre y charlatán, con una risa contagiosa que iluminaba el día.
"¡Hola! Soy Joao, ¿y vos?"
"Soy Iracema. Encantada de conocerte. ¿Qué haces aquí?"
"Vengo a pescar con mi abuelo, pero hoy no he tenido suerte. Quizás las flores son más interesantes que los peces."
Así, entre risas y juegos, se forjó una hermosa amistad. Sin embargo, cada vez que Iracema llegaba a casa, su mamá la miraba con preocupación.
"Iracema, querida, ten cuidado con esos brasileños."
"Pero mamá, Joao es mi amigo, y él no es diferente a mí. ¡Solamente habla otro idioma!"
"Entiendo, pero las familias son diferentes, y es mejor que mantengas distancia."
Iracema se sintió triste. No entendía por qué algo tan bonito como su amistad debía ser un problema. Un día, decidió hablar con Joao sobre sus miedos y las preocupaciones de sus familias.
"Mi mamá dice que nuestra amistad no es bien vista, que somos de países diferentes. ¿Por qué eso importa?"
"A mí tampoco me gusta. Me parece que el amor y la amistad no conocen fronteras."
Ambos niños decidieron que, a pesar de las advertencias de sus familias, ellos seguirían siendo amigos. Los días pasaron, y cada vez que se encontraban, compartían historias de sus culturas, sus juegos y sus sueños. ¿Por qué no juntar a sus familias en un gran encuentro? Fue así que pensaron en hacer una fiesta, y poco a poco se llenaron de emoción.
Un fin de semana soleado, Iracema y Joao organizaron a sus amigos y vecinos para un picnic en la orilla del río. Prepararon comida de sus dos países: asado argentino y feijoada brasileña. Cuando todos llegaron, había risas y música y aquel lugar se llenó de color.
Las familias, inicialmente concervadas, se miraban entre sí, pero al ver a sus hijos jugando y contentos, comenzaron a abrirse.
"Mirá, mamá, ¡todos se están divirtiendo!" dijo Iracema.
"Sí, eso parece. Quizás, solo quizás, deberíamos conocer más sobre ellos."
Joao, con su sonrisa encantadora, se acercó a la mamá de Iracema.
"Señora, ¿quiere probar el asado? Es muy rico."
"Claro, Joao. Gracias por la invitación. Nunca he probado comida de Brasil."
Y así ocurrió. Iracema y Joao, sin darse cuenta, estaban uniendo a sus familias.
El día continuó, y al final, la mamá de Joao se acercó a Iracema y le dijo:
"Voy a aprender algunas palabras en español, así puedo conversar mejor con ustedes."
-
"¡Y yo aprenderé portugués! Así podremos hablar siempre."
El picnic finalizó con juegos, sonrisas y abrazos. Los adultos, antes desconfiados, se dieron cuenta de que el amor y la amistad eran más fuertes que cualquier frontera. Todos se despidieron con una promesa de volver a reunir a sus familias, no importando de dónde vinieran.
Iracema y Joao se miraron, sus corazones llenos de alegría.
"Mirá lo que hicimos, Joao. Juntamos a nuestras familias!"
"¡Sí! Y esto es solo el comienzo."
Desde aquel día, Iracema y Joao no solo se convirtieron en los mejores amigos, sino en los puentes que unieron dos familias y dos culturas. Aprendieron que, aunque las diferencias existieran, el amor y la amistad siempre pueden abrir caminos nuevos.
Y así, con cada encuentro, el puente de los sueños se hacía un poco más fuerte, recordando a todos que ser diferentes es lo que hace al mundo tan hermoso.
FIN.