El Puente de Música de Coloresta



En el encantador pueblo de Coloresta, las personas vivían felices, pero cada uno se mantenía en su propio color. Rojo, lleno de energía, siempre corriendo de un lado a otro; Azul, tranquilo, disfrutando de la calma del río; Verde, siempre riendo y compartiendo su alegría; y Amarillo, el más optimista, que veía el lado positivo de todo. Aunque todos eran especiales, rara vez se mezclaban.

Una mañana brillante, en un parque lleno de flores de colores vibrantes, una niña llamada Luz tuvo una idea maravillosa. Mientras jugaba con sus amigos, gritó:

- ¡Chicos! ¡Tengo una idea! ¿Y si hacemos un puente de música?

Todos se miraron con curiosidad.

- ¿Un puente de música? - preguntó Rojo, dejando de correr por un segundo.

- Sí, un puente donde podamos tocar y cantar juntos. ¡Así podemos compartir nuestras diferencias! - explicó Luz, moviendo sus brazos como si estuviera creando algo mágico en el aire.

Amarillo sonrió y dijo:

- Eso suena genial. ¡La música puede unirnos! Pero, ¿cómo lo hacemos?

Verde se acercó y propuso:

- Podemos hacer instrumentos con lo que tenemos. Yo puedo conseguir algunas ramas y hojas para hacer sonidos naturales.

Azul, pensando en su tono melódico, agregó:

- Yo puedo buscar unas piedras planas para hacer un xilófono. Además, el agua del río hace una hermosa música.

Con el entusiasmo creciendo, los cuatro amigos comenzaron a trabajar. Reunieron hojas, ramas, piedras y hasta dos viejas latas que encontraron en un árbol. Cada uno aportó su chispa única.

Sin embargo, a medida que avanzaban, comenzaron a notar que había diferencias en cómo cada uno quería que sonara el puente. Rojo quería que fuera rápido y energético, mientras que Azul prefería un ritmo más suave y tranquilo. Verde estaba contento con cualquier melodía alegre, y Amarillo insistía en que cada parte debía tener un toque positivo.

- No podemos estar de acuerdo en nada - se quejó Rojo, sintiéndose frustrado.

- Tal vez lo que necesitamos es un poco más de... ¡coordinación! - sugirió Luz, mirando a sus amigos.

- ¿Coordinación? - preguntó Azul con una ceja levantada.

- Sí, cada color tiene su tono. Pero si combinamos nuestras ideas, tal vez podamos encontrar un ritmo juntos - explicó Luz.

Y así, después de hacer varias pruebas y mezclas, decidieron actuar como un equipo. Se miraron y cada uno comenzó a tocar su instrumento al mismo tiempo, dejando que fluya la música en un hermoso acorde.

- ¡Miren! - gritó Verde, brincando emocionado - ¡Lo hicimos! La música suena como un arcoíris.

Finalmente, después de horas de ensayo, su puente de música estaba listo. Cada color del pueblo se sintió emocionado al escuchar la melodía. Todos los aldeanos se acercaron, atraídos por los sonidos mágicos que llenaban el aire.

Desde ese día, el pueblo de Coloresta no solo se llenó de colores, sino también de risas y melodías en armonía. Aprendieron que aunque eran diferentes, cada uno tenía algo especial que aportar. Al final, el puente de música unió sus almas, como si fueran muchos colores formando un bello arcoíris.

Y desde ese día, Luz, con su brillante idea, se convirtió en la voz de la unión y la diversidad en Coloresta, donde cada color aprendió a bailar al ritmo del otro.

- ¿Qué les parece si hacemos este puente de música un evento mensual? - sugirió Amarillo una tarde.

- ¡Sí! - gritaron todos.

- ¡Cada mes podemos tocar juntos! - se emocionó Verde.

- Y también invitar a los nuevos colores que lleguen al pueblo - agregó Azul.

Así, el puente de música no solo se convirtió en un símbolo de unidad, sino también en un recordatorio de que diferentes notas pueden crear una melodía hermosa cuando se tocan juntas. Y Coloresta nunca volvió a ser el mismo.

FIN.

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