El puente hacia la amistad
En un pequeño pueblo de Ávila, había un niño llamado León. León era un chico introvertido. Cada día, se sentaba solo en la mesa del comedor en el colegio San Pedro Bautista, observando cómo sus compañeros se reían y jugaban entre ellos. León deseaba unirse a ellos, pero no sabía cómo romper el hielo.
Un día, mientras todos jugaban al fútbol en el patio, León se quedó mirando desde la sombra de un árbol. -¿Por qué no me invitan a jugar? –se preguntaba, sintiéndose un poco triste. De repente, escuchó un ruido detrás de él y se dio vuelta para ver a una niña pequeña con un sombrero de juguete poniendo una muñeca a bailar.
-Hola, soy Amalia. ¿Te gustaría ver cómo baila mi muñeca? -dijo Amalia con una gran sonrisa.
León, sorprendido, respondió,- Claro, se ve que baila muy bien. Yo soy León.
A medida que las muñecas danzaban, se dio cuenta de que Amalia hablaba con entusiasmo y alegría, lo que lo hizo sentir un poco más relajado. -A veces me siento solo, como en una isla desierta -confesó León.
Amalia miró a León con ojos comprensibles.- Todos nos sentimos así a veces. Pero hay formas de encontrar amigos. ¿Te gustaría ayudarme a hacer un espectáculo de títeres para que los demás vengan a ver?
León no podía creer lo que escuchaba.- ¡Eso suena genial! -dijo entusiasmado. A partir de ese momento, juntos empezaron a trabajar en el espectáculo. Se reunían todos los días en el recreo, construyendo títeres con carton los colores, retazos de tela y pedacitos de cartón.
Una semana después, el día del espectáculo llegó. León y Amalia colocaron todos los títeres en una mesa improvisada. -Estoy un poco nervioso -admitió León a Amalia cuando vieron a los niños acercarse.
-¡No te preocupes! Solo diviértete y no te olvides de sonreír -le dijo ella. Cuando comenzó la función, los títeres comenzaron a cobrar vida, contando historias de aventuras y risas. Los demás niños se sentaron en el suelo, atentos y disfrutando del espectáculo.
Al final de la presentación, el patio estalló en aplausos. -¡Son geniales! -gritó uno de los chicos del grupo. Aquí fue cuando León se dio cuenta de que su corazón estaba rebosante de alegría.
Después del espectáculo, uno de los niños, llamado Mateo, se acercó. -Me encantó lo que hicieron. ¿Qué les parece si hacemos un club de teatro? -proporcionó Mateo, con gran entusiasmo.
Amalia y León se miraron sorprendidos y alegres.- ¡Sí! ¡Me encantaría! -dijo Amalia.
León, sintiendo un fuego nuevo dentro de él, añadió.- Yo también quiero ser parte de eso. El club de teatro fue un éxito, y a partir de ese momento, León nunca más se sintió solo.
Y así, entre risas, historias, y personajes de cartón, León encontró su lugar en el colegio San Pedro Bautista y un grupo de amigos que le hicieron sentir que no estaba en una isla desierta, sino rodeado de compañeros con quienes compartir aventuras.
Al pasar los días, León aprendió que la amistad puede empezar con una simple conversación o una idea loca. Al igual que él había dado un paso adelante al unirse a Amalia, rápidamente se dio cuenta de que muchas veces otros pueden estar sintiendo lo mismo y también necesitar una mano amiga.
Y así, León se convirtió en un puente hacia la amistad, creando conexiones valiosas que jamás imaginó. Y cada día se acordaba de aquel día en que, solo mirando desde la sombra, todo cambió gracias a una muñeca que bailaba deliciosamente por el patio del colegio.
FIN.