El Puercoespín Primavera



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de árboles y flores, un puercoespín llamado Primavera. No se le conocía por su aspecto, sino por su gran corazón y su espíritu aventurero. A diferencia de otros puercoespines, Primavera no se escondía ni se asustaba fácilmente; en cambio, se sentía orgulloso de sus espinas que reflejaban la luz del sol.

Primavera siempre soñaba con tener un grupo de amigos, pero a menudo los animales del bosque le decían que tenía que mantenerse alejado.

"¿Pero por qué?" -preguntaba Primavera con su voz temblorosa.

"¡Por tus espinas! Nos puedes pinchar" -decían las ardillas mientras se alejaban al ver al puercoespín acercarse.

Un día, Primavera decidió que no se dejaría desanimar. Tenía mucha curiosidad sobre el mundo más allá de su pequeño rincón en el bosque, así que se preparó para una gran aventura. Tomó una mochila con algunas manzanas y salió en busca de nuevos amigos.

Mientras caminaba, escuchó un llanto. Siguiendo el sonido, Primavera encontró a una pequeña tortuga atrapada en un arbusto espinoso.

"¿Hola? ¿Te puedo ayudar?" -preguntó Primavera, acercándose con cuidado.

"¡Oh, por favor! No puedo salir de aquí", respondió la tortuga, asustada.

Primavera se concentró y, usando sus espinas como herramientas, logró separar las ramas del arbusto.

"¡Listo! Ya estás libre!" -dijo Primavera feliz, mientras la tortuga salía lentamente de su prisión de espinas.

"Gracias, eres realmente muy amable..." -dijo la tortuga, sonriendo por primera vez.

"Yo soy Primavera, ¿cuál es tu nombre?" -preguntó él.

"Me llamo Tortu. ¿Te gustaría ser mi amigo?"

Primavera no podía creerlo. ¡Por fin tenía un amigo! Juntos, decidieron seguir explorando el bosque.

Un poco más adelante, encontraron un claro lleno de flores. Allí, un grupo de conejos jugaba, pero tan pronto como vieron acercarse a Primavera, se asustaron y comenzaron a correr.

"¡Esperen, no tengan miedo!" -gritó Primavera.

"No queremos ser pinchados", respondieron los conejos desde lejos.

Tortu, que había estado observando todo, se volvió hacia ellos y dijo:

"Pero Primavera es diferente. ¡Les ha ayudado a tener un mejor día!"

Los conejos se detuvieron, intrigados por las palabras de Tortu.

"¿De verdad?" -preguntó uno de ellos, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

"Sí, no hay motivo para tener miedo. A veces, lo que parece diferente puede tener un corazón enorme" -respondió Primavera con entusiasmo.

Convencidos por la valentía de Tortu y la bondad de Primavera, los conejos se acercaron lentamente.

"Hola, yo soy Saltar", dijo uno, al tiempo que estiraba una patita.

Y así, poco a poco, Primavera hizo nuevos amigos. Pasaron la tarde jugando, riendo y compartiendo historias. El puercoespín se dio cuenta de que sus espinas no eran algo que debiera preocuparles a los demás, sino que le daban una apariencia única.

En el cielo, comenzó a caer el sol y un hermoso atardecer cubrió el bosque con colores brillantes. Todos se sentaron juntos y Primavera sonrió, sintiéndose más feliz que nunca.

"¡Hoy fue un gran día!" -exclamó Primavera.

"Sí, y todo gracias a ti, Primavera" -dijo Tortu, mientras los otros animales asentían con la cabeza.

Desde aquel día, Primavera ya no se preocupó más por lo que otros pensaran. Había aprendido que lo más importante es ser uno mismo y que la verdadera amistad puede superar cualquier barrera.

Y así, el puercoespín Primavera y sus amigos vivieron muchas aventuras juntos, aprendiendo a no juzgar a los demás por su apariencia y a valorar lo que cada uno tiene para ofrecer en el hermoso hogar que compartían.

FIN.

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