El Ratón Curioso y la Luna Clara



Érase una vez un pequeño ratón llamado Tito, que vivía en una agradable madriguera en el campo. Tito era un ratón curioso y juguetón, siempre buscando nuevas aventuras y descubriendo los secretos de la naturaleza. Cada noche, cuando el sol se ocultaba, Tito miraba al cielo y se quedaba maravillado con su amiga, la Luna.

Una noche, mientras miraba la luna llena, Tito le susurró a sus amigos:

"¡Qué linda que está la luna esta noche! Me encantaría saber cómo es allá arriba. ¿Te imaginas cómo será conocerla de cerca?"

Sus amigos, un grupo de ratones, rieron y le dijeron:

"¡No se puede ir hasta la luna, Tito! Es imposible. No seas tonto."

Pero Tito no se dejó desanimar. Se sentía atraído por la luna como un imán. Así que decidió emprender un viaje para conocerla. Se preparó con un pequeño bolso lleno de quesos y se despidió de sus amigos.

"Voy a demostrarles que puedo llegar hasta la luna. ¡Nos vemos pronto!"

Con su valentía a cuestas, Tito comenzó a escalar por cerros, y cuando llegó a la cima de uno, miró hacia arriba.

"¡Luna! ¡Soy yo, Tito! Estoy esforzándome para llegar a ti. ¿Puedes ayudarme?"

La luna, que lo escuchó, sonrió y respondió con su voz suave como el viento:

"¡Hola, pequeño ratón! Eres muy valiente por querer llegar hasta aquí. Pero, ¿qué harías si llegas hasta mí?"

Tito se puso a pensar, y con una gran sonrisa, le contestó:

"Quiero conocer tus secretos y jugar contigo. Eres tan hermosa y brillante. Me encantaría bailar alrededor de tu luz."

La luna se sintió conmovida por la sinceridad de Tito. Sin embargo, ella sabía que él no podía llegar hasta ella, pero también quería ayudarlo.

"Sabes, querido Tito, aunque no puedo bajar hasta ti, te puedo enviar un poco de mi luz. ¡Cierra los ojos!"

Tito cerró los ojos, y de repente, sintió que una suave luz lo rodeaba. La luna lo iluminó con su brillo, haciéndolo sentir ligero. En ese momento, Tito comenzó a flotar y, lleno de alegría, gritó:

"¡Estoy volando! ¡Estoy volando hacia la luna!"

A medida que ascendía, Tito sentía que su corazón latía más rápido. Pero cuando llegó a la cima del cielo, vio que la luna estaba muy lejos, y pronto comenzó a asustarse.

"¿Qué pasa? ¡No puedo alcanzarte!"

La luna, viendo el miedo en su voz, le habló con dulzura:

"No temas, querido amigo. Estás aquí por un breve momento, pero quiero que sepas que la verdadera belleza está en tu corazón y en la amistad. Siempre estaré brillando para ti desde aquí arriba."

Tito entendió que aunque no podía tocar la luna, podía disfrutar de su luz y sentir su corazón.

"Gracias, luna. Te prometo que siempre miraré hacia arriba y recordaré nuestra amistad, aunque no te pueda alcanzar."

Con esa lección en su pequeña cabeza, Tito descendió suavemente. Al volver a su casa, sus amigos lo recibieron con entusiasmo.

"¡Tito! ¡Contanos! ¿Qué pasó?"

"He aprendido que el verdadero amor no siempre se puede tocar, pero sí sentir. La luna puede ser lejana, pero estoy seguro de que siempre estará ahí para mí."

Así, Tito se convirtió en un ratón aún más curioso y juguetón, apreciando cada noche la luz de su amiga la luna, recordando su valiente viaje y las importantes lecciones sobre la amistad y el amor que había aprendido en el camino.

Y cada vez que la luna brillaba en el cielo, Tito sonreía y le hacía una pequeña reverencia:

"Gracias, Luna, por ser siempre mi amiga".

FIN.

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