El Ratón de los Dientes de Oro
En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, había un ratón muy especial, conocido por todos como el Ratón de los Dientes de Oro. Este ratón no solo se encargaba de recoger los dientes que los niños dejaban debajo de la almohada, sino que también dejaba monedas de oro a cambio. Le encantaba ver las sonrisas de los pequeños al despertar por la mañana y encontrar una brillante moneda que había dejado a su lado.
Una noche, mientras el Ratón de los Dientes de Oro volaba entre las casas con su mágico saquito lleno de monedas, escuchó una conversación de dos niños, Sofía y Tomás, que habían dejado su diente de leche debajo de la almohada.
"No puedo esperar a ver qué nos deja el Ratón esta vez", dijo Sofía emocionada.
"Espero que sea mucho oro, porque quiero comprar el nuevo juego de mesa", respondió Tomás.
El Ratón de los Dientes de Oro sonrió desde lejos mientras escuchaba sus anhelos. Pero, cada vez que dejaba monedas, deseaba que los niños valoraran más que el oro. Entonces, decidió hacer algo diferente esa noche. En lugar de dejar monedas, dejó una pequeña carta junto al diente.
Al despertar, los niños encontraron la carta que decía:
"Queridos Sofía y Tomás, el verdadero oro está en las cosas que no se pueden comprar. Recuerden siempre compartir y cuidar lo que tienen. ¡Con cariño, el Ratón de los Dientes de Oro!"
"¡Mirá!", exclamó Sofía. "El Ratón nos dejó una carta en lugar de monedas. ¿Qué quiere decir con eso?"
"No lo sé, pero tiene razón. La verdadera felicidad no se compra", respondió Tomás reflexionando.
Poco después, los niños se pusieron a pensar en cómo podían hacer felices a los demás. Entonces Sofía propuso:
"¿Qué tal si hacemos un juego de mesa y se lo regalamos a los que no tienen?".
"¡Sí! , eso sería increíble", gritó Tomás, emocionado.
Con todo su entusiasmo, los dos amigos se pusieron manos a la obra. Crearon un juego de mesa lleno de aventuras y desafíos, y al finalizarlo, decidieron llevarlo al centro comunitario del barrio.
Cuando llegaron, encontraron a otros niños jugando con juguetes viejos y desgastados. Sofía y Tomás presentaron su nuevo juego.
"¡Hola a todos! Trajimos un regalo para compartir con ustedes", dijo Sofía.
"Es un juego de mesa, pueden jugar juntos y divertirnos todos", agregó Tomás.
Los otros niños estaban encantados.
"¿En serio nos lo regalan?", preguntó uno de ellos.
"¡Sí! Creemos que todos deben jugar y divertirse. La felicidad se comparte", respondió Sofía.
Esa tarde, todos se unieron para jugar y reír juntos. El Ratón de los Dientes de Oro, que estaba observando a distancia, se sintió muy orgulloso de lo que había provocado.
De regreso a sus casas, Sofía y Tomás reflexionaron sobre su día.
"¿Ves, Tomás? Este fue el mejor día de nuestras vidas", sostuvo Sofía sonriendo.
"Sí. ¡Apostaría que el Ratón de los Dientes de Oro estaría muy feliz!", respondió Tomás mientras ambos se reían.
Desde aquel día, Sofía y Tomás siguieron haciendo pequeñas acciones para alegrar el día de los demás, y con el tiempo, se convirtieron en los mejores amigos del Ratón de los Dientes de Oro.
Y así, aunque el Ratón de los Dientes de Oro seguía dejando monedas, cada vez que alguien dejaba su diente, lo acompañaba con un mensaje especial, recordando que lo más valioso en la vida no son las cosas materiales, sino las sonrisas que podemos compartir.
FIN.