El ratón del sótano


Había una vez un chico llamado Tomás que vivía en una casa grande con su familia. La casa tenía un sótano oscuro y misterioso, al que a Tomás le daba mucho miedo entrar.

Siempre había pensado que algo extraño habitaba allí abajo. Un día, mientras jugaba en el jardín, Tomás vio algo moverse en la ventana del sótano.

Se acercó para mirar más de cerca y se asustó muchísimo al ver unos ojos brillantes mirándolo fijamente desde adentro. - ¡Mamá! -gritó Tomás corriendo hacia la casa-. Hay alguien en el sótano, ¡me está mirando! La mamá de Tomás fue a ver qué pasaba y juntos se acercaron a la ventana del sótano.

Allí vieron a un pequeño ratón, asustado y tembloroso. - Tranquilo pequeño amigo -dijo la mamá de Tomás-. No te haremos daño. Tomás estaba sorprendido de que algo tan pequeñito como ese ratón pudiera haberlo asustado tanto.

Pero luego recordó todas las historias espeluznantes que había escuchado sobre los roedores y no pudo evitar sentir un poco de miedo otra vez. - ¿Por qué tienes tanto miedo de los ratones? -preguntó su mamá.

- Son sucios y pueden transmitir enfermedades -respondió Tomás-. Además son feos e inquietantes. La mamá de Tomás decidió entonces contarle una historia sobre los ratones: Hace muchos años, en la ciudad de Buenos Aires vivía un grupo de ratones muy especiales.

Eran inteligentes, amigables y muy trabajadores. Se dedicaban a recolectar comida para el invierno y construir madrigueras seguras para su familia. Un día, un gato malvado llegó a la ciudad y comenzó a perseguirlos sin piedad.

Los ratones se dieron cuenta que tenían que hacer algo para protegerse y decidieron trabajar juntos para encontrar una solución. Después de mucho pensar, los ratones descubrieron una manera ingeniosa de engañar al gato.

Lo convencieron de que había un queso delicioso escondido en una caja cerrada con llave en la plaza principal de la ciudad. El gato se emocionó tanto por la idea de comer ese queso que corrió hacia la plaza sin sospechar nada.

Pero cuando llegó allí, encontró una trampa preparada por los ratones y quedó atrapado para siempre. - ¿Y qué aprendieron los ratones? -preguntó Tomás interesado en la historia. - Aprendieron que no importa cuán pequeños o débiles sean, si trabajan juntos pueden vencer cualquier obstáculo -respondió su mamá-.

Y tú también puedes aprender eso hoy. Si te enfrentas a tus miedos con valentía y determinación, podrás superarlos como los ratones lo hicieron con el gato.

Tomás pensó en las palabras de su mamá mientras observaba al pequeño ratón asustado detrás del vidrio. Decidió entonces tomar acción e ir al sótano para ayudarlo a salir. Con mucha precaución abrió la puerta del sótano y espero pacientemente hasta que el ratón saliera corriendo hacia la libertad.

Luego de ver como el ratón se alejaba, Tomás sintió una sensación de satisfacción y valentía. - No fue tan malo después de todo -pensó Tomás-.

Y aprendí que los ratones no son tan malos como pensaba, solo necesitan un poco de ayuda a veces. Desde ese día, Tomás ya no tenía miedo del sótano ni de los ratones.

Había aprendido una gran lección sobre la importancia del coraje y la empatía hacia los demás seres vivos en el mundo.

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