El Ratón Feliz y el Jardín de los Sueños
En una pequeña aldea, había un ratón llamado Rato, que era conocido por su alegría. Rato vivía en un acogedor agujero detrás de una gran roca en el jardín de la señora Pepita, una anciana que siempre le daba migas de pan. Cada mañana, Rato despertaba con una gran sonrisa y decía:
"¡Es un nuevo día para ser feliz!"
A Rato le encantaba explorar el jardín, jugar con las hojas y hacer nuevos amigos. Un día, mientras rondaba cerca del estanque, conoció a una tortuga llamada Tula. Ella parecía triste, así que Rato decidió acercarse.
"Hola, Tula, ¿por qué estás tan triste?"
"Hola, Rato. Estoy buscando mis piedras preciosas que se cayeron al agua, pero tengo miedo de sumergirme".
Rato pensó un momento, y con su voz optimista exclamó:
"¡No te preocupes! Juntos podemos encontrar tus piedras. Yo investigaré en la orilla y tú revisas aquí con tus patitas. ¡Vamos!"
Tula sintió un poco de esperanza y sonrió débilmente. Aunque le costaba, se metió un poco en el agua mientras Rato miraba desde la orilla. Después de un rato, Tula quedó atrapada en un lío de algas. Justo entonces, Rato vio su preocupación y gritó:
"¡No temas, Tula! Te ayudaré a salir. ¡Utiliza tu fuerza!"
Con la ayuda de Rato, Tula se esforzó y logró liberarse. Cuando salió del agua, estaba empapada, pero sonreía.
"¡Gracias, Rato! Eres un gran amigo".
Sin embargo, los dos sintieron que el día no había terminado. Decidieron entonces buscar las piedras perdidas juntos. Luego de buscar un buen rato, finalmente encontré una de las piedras brillantes. Tula se emocionó y dijo:
"¡Mirá! ¡Acá está! Pero todavía falta la más grande... ¿Dónde estará?"
De repente, un sapo llamado Pipo, que escuchó la conversación, se acercó rebotando y les dijo:
"¿Piedra brillante? ¡Vi algo así en el otro lado del estanque!"
"¿De verdad? ¡Vamos a buscarla!"
Los tres amigos se dirigieron al otro lado del estanque. Lo que no sabían era que había un gran pequeño problema: había un camino lleno de espinas. Al llegar, Rato se detuvo y dijo:
"¡Uy, eso parece peligroso!"
"¿Cómo pasaremos?" preguntó Tula con preocupación.
Rato, siempre optimista, contestó:
"Podemos hacerlo si nos ayudamos mutuamente. ¿Qué opinan?"
Rato se cortó un pequeño pie con una espina, pero se levantó rápidamente y dijo:
"No importa, puedo seguir. ¡Vamos!"
Pipo utilizó su tamaño para saltar sobre las espinas mientras Tula se escabullía de un lado a otro. Con mucha cooperación, lograron dejar atrás las espinas. Después de un rato, los tres finalmente llegaron a un lugar donde había un roble gigante y, debajo de él, encontró la piedra brillante de Tula. Ella gritó:
"¡Lo logré! ¡Gracias a ustedes!"
Rato, Pipo y Tula comenzaron a celebrar, bailando al rededor del roble cuando de repente el sol comenzó a bajar. Rato dijo:
"Chicos, deberíamos volver a casa antes de que se oscurezca, aunque estoy súper feliz de haber sido parte de esto".
Tula asintió y Pipo dijo:
"Sí, pero debemos prometernos que ayudaremos a los demás también cuando estén en problemas. ¡Esta aventura fue genial!"
Esa noche, Rato regresó a su agujero, sonriendo mientras pensaba en todo lo que había aprendido. No solo había ayudado a Tula, sino que también había hecho amigos nuevos.
"El verdadero camino a la felicidad es ayudar y compartir con los demás" murmuró Rato antes de dormir.
Y así, el ratón feliz continuó su vida, recordando siempre que un pequeño acto de bondad puede llevar a grandes amistades.
FIN.