El ratón Pérez y el tesoro de la selva



Había una vez un ratón llamado Pérez que vivía en una selva llena de árboles frondosos, ríos cristalinos y una gran variedad de animales. Aunque era pequeño, Pérez soñaba en grande. Siempre había escuchado historias sobre un misterioso tesoro escondido en la selva, y un día decidió que iba a encontrarlo.

Una mañana soleada, mientras exploraba su hogar, Pérez encontró a su amiga la tortuga Tula, que caminaba despacio por un sendero entre las flores.

"¡Hola, Tula! ¿Sabías que estoy en busca de un tesoro escondido en la selva?" - dijo Pérez emocionado.

"¿Un tesoro? ¡Eso suena maravilloso! Pero, Pérez, la selva es un lugar peligroso. ¿No tienes miedo?" - le advirtió Tula con su voz suave.

"¡No! Yo creo que puedo lograrlo, solo necesito un mapa y un poco de ayuda. ¿Te gustaría acompañarme?" - preguntó Pérez.

"Claro, pero solo si me prometes que serás cuidadoso" - respondió Tula, sonriendo.

Así que la tortuga y el ratón comenzaron su aventura. Mientras caminaban, encontraron a un loro llamado Loroque, que estaba posado en una rama.

"¡Hola, amigos! ¿A dónde van?" - preguntó Loroque, curioso.

"Vamos en busca de un tesoro escondido en la selva. ¿Quieres unirte a nosotros?" - sugirió Pérez.

"¡Sí! ¡Yo tengo una habilidad especial para encontrar cosas!" - exclamó Loroque.

Los tres amigos continuaron su camino, pero a medida que se adentraban en la selva, comenzaron a enfrentar obstáculos. Primero, encontraron un río caudaloso.

"¿Cómo vamos a cruzarlo?" - preguntó Tula, mirando con preocupación las aguas.

"¡Yo puedo volar! Déjenme pensar… ¡Ya sé!" - dijo Loroque. Y con un plan brillante, ayudó a construir una balsa con hojas grandes y ramas.

"¡Es una idea genial!" - exclamó Pérez. Juntos construyeron la balsa y cruzaron el río, riendo y disfrutando de la aventura.

Al llegar a la otra orilla, se encontraron con un gran muro de lianas.

"¡Esto es un desastre! No podemos pasar por aquí" - se lamentó Tula.

"Déjenme intentar" - dijo Loroque, que comenzó a picotear las lianas.

"¡Eso es, buen amigo! Con tu agilidad, podemos abrir el camino" - animó Pérez.

Después de un rato, lograron despejar el paso y continuaron. Finalmente, llegaron a una cueva oscura. El mapa que Pérez había encontrado decía que el tesoro estaba dentro.

"Tengo un poco de miedo..." - confesó Tula, mientras miraba el interior tenebroso.

"No hay que tener miedo. Estoy con ustedes" - dijo Pérez con valentía.

Con mucha precaución, entraron en la cueva. Dentro, encontraron un montón de piedras brillantes que relucían en la penumbra.

"¡Es increíble! ¡Es un tesoro!" - gritaron juntos.

Pero, mientras estaban admirando las piedras, un gran murciélago apareció del fondo de la cueva.

"¡Fuera de mi cueva!" - exclamó el murciélago.

"¡Lo sentimos! No queríamos molestar! Solo estábamos buscando un tesoro" - se disculpó Pérez.

"¿Un tesoro? ¡Ese no es un tesoro! Eso son sólo piedras. El verdadero tesoro son los amigos y las aventuras que vivís juntos" - dijo el murciélago, calmándose.

Pérez, Tula y Loroque se miraron, y entendieron que había mucho más en la vida que las riquezas materiales.

"Tienes razón, amigo murciélago. Nuestra verdadera fortuna es esta aventura y la amistad que hemos formado" - dijo Pérez, sonriendo.

Salieron felices de la cueva, dejando las piedras atrás, y decidieron que todos los días serían una nueva aventura juntos. Desde ese día, Pérez, Tula y Loroque comenzaron a explorar la selva, descubriendo que la verdadera riqueza estaba en compartir momentos y aprender unos de otros.

Y así, el ratón Pérez no solo se convirtió en un buscador de tesoros, sino también en un valioso amigo, recordando siempre que el amor y la amistad son el mayor tesoro que se puede tener.

FIN.

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