El Ratón Pérez y la Aventura del Queso



Había una vez en una pequeña ciudad, un ratón llamado Pérez. Conocido por recoger los dientes de los niños y dejarles monedas a cambio, era muy querido por todos. Sin embargo, había algo que le robaba un poco de su alegría: estaba profundamente enamorado de una ratoncita llamada Julia.

Julia era distinta a las demás ratonas. Siempre llevaba una flor en la oreja y tenía una risa que iluminaba hasta los rincones más oscuros de la casa. La admiraba desde lejos, soñando con el día en que se acercaría a hablarle.

Un día, mientras Pérez estaba en su trabajo recolectando dientes bajo la almohada de un niño, escuchó un rumor entre los demás ratones.

"¡Hoy habrá una gran competencia en la plaza de los ratones por el queso más grande de la ciudad!" dijo un ratón de su barrio.

Pérez se emocionó. ¡Podría ganar el queso y así invitar a Julia a compartirlo! Pero, para su sorpresa, también se enteró de que su rival en la competencia era nada menos que el arrogante Ratón Ramón. Ramón siempre había presumido de ser el mejor en todo:

"¡No hay nadie que pueda vencerme, soy el más rápido y astuto de todos!" se jactaba Ramón, presumido como siempre.

Pérez no se iba a dejar intimidar. Pensó en un plan para sorprender a Julia y demostrarle que él también podría ser valioso. Cuando llegó el día de la competencia, todos los ratones estaban reunidos en la plaza con gran expectativa. Había una mesa con un enorme queso en el centro, y el juez, un sabio ratón llamado Don Lorenzo, explicó las reglas:

"El que logre llegar al queso primero, ¡se lo llevará!"

Pérez se sintió nervioso, pero al mirar a Julia sonriendo entre la multitud, encontró el valor que necesitaba. La competencia comenzó, y los ratones salieron disparados al queso. Ramón tomó la delantera, mientras Pérez corría con todas sus fuerzas. Pero a mitad de camino, Ramón tropezó con una piedra y cayó al suelo.

"¡Esto es un desastre!" se quejó Ramón, mientras Pérez lo observaba pasar.

Pérez, en lugar de seguir corriendo hacia el queso, se detuvo y se acercó a Ramón.

"¿Necesitás ayuda, Ramón?" le ofreció amablemente.

Ramón lo miró sorprendido y, aunque tenía el orgullo herido, aceptó la ayuda de Pérez.

"No puedo dejar que te quedes atrás por mi culpa... Después de todo, esto no es solo una competencia, es una fiesta entre todos nosotros," añadió Pérez con una sonrisa.

Juntos rescataron el tiempo perdido y corrieron hacia el queso. Al llegar, Pérez gritó entusiasmado:

"¡A la cuenta de tres, lo levantamos juntos!"

"¡Uno, dos, tres!" gritaron ambos ratones, levantando el queso con esfuerzo. Más que por el premio, se dieron cuenta de lo divertido que era trabajar en equipo.

Entonces, Julia, que había estado observando la escena, se acercó y aplaudió con alegría.

"¡Qué gran esfuerzo han hecho los dos! No importa quién se lleve el queso, porque son un gran equipo."

Don Lorenzo, al ver su esfuerzo y compañerismo, decidió que ambos ganarían.

"¡Es un ejemplo de amistad y colaboración! Ustedes se llevan el queso a partes iguales," proclamó con una sonrisa.

Pérez sonrío de oreja a oreja, no solo porque había ganado un delicioso queso, sino porque había hecho un nuevo amigo y, lo más importante: había impresionado a Julia.

Al finalizar el evento, Pérez, nervioso, se acercó a Julia.

"¿Te gustaría acompañarme a compartir este queso?" le preguntó tímidamente.

"¡Claro que sí!" respondió Julia, y juntos compartieron el queso, riendo y disfrutando de la amistad

Desde ese día, Pérez y Julia se convirtieron en inseparables. Entendieron que la verdadera victoria estaba en el compañerismo, el respeto y la solidaridad. Y así, el ratón Pérez aprendió que el amor no solo se conquista con actos heroicos, sino también con bondad y generosidad hacia los demás. Y, claro, siempre con un buen trozo de queso al lado.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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