El ratón que perdió su diente

Había una vez en el bosque un ratoncito llamado Manuel, que estaba muy emocionado porque su diente comenzaba a moverse.

Estaba ansioso por que llegara el momento en que se le cayera el diente, para poder dejarlo debajo de su almohada y que el Ratón Pérez le dejara una moneda. Sin embargo, una mañana, mientras Manuel comía un pedacito de queso, ¡se dio cuenta de que su diente ya no estaba! Manuel buscó por todas partes, pero no lograba encontrarlo.

- ¡Mamá, papá! ¡Se me perdió mi diente! - exclamó Manuel, con lágrimas en los ojos. - Tranquilo, hijo, no te preocupes. Es normal que eso suceda. Tal vez lo perdiste jugando con tus amigos - consoló su mamá.

Manuel se sentía triste y preocupado, pensaba que el Ratón Pérez no lo visitaría si no dejaba su diente debajo de la almohada. Decidió ir a buscar a sus amigos ratones para pedirles consejo.

- ¡Amigos, amigos! ¡Se me perdió el diente! - les dijo Manuel con voz temblorosa. Los amigos de Manuel, Pablo y Marta, lo escucharon atentamente y decidieron ayudarlo. - No te preocupes, Manuel. Vamos a buscar juntos tu diente por todo el bosque - propuso Pablo.

Los tres amigos ratones se adentraron en el bosque, revisando cada rincón y cavando en la tierra con sus pequeñas patitas. Pasaron horas buscando, pero no lograban encontrar el diente perdido. De repente, Marta gritó emocionada.

- ¡Lo encontré, lo encontré! ¡Aquí está tu diente, Manuel! Todos saltaron de alegría al ver que el diente fue hallado. Manuel agradeció a sus amigos por ayudarlo, y regresó a su casa contento.

A pesar de haber perdido su diente, Manuel aprendió que la verdadera magia está en la amistad y la solidaridad. Finalmente, colocó su diente bajo la almohada con una nota para el Ratón Pérez.

Al despertar, encontró una moneda y una carta del Ratón Pérez, en la que le agradecía por haber encontrado y cuidado tan bien su tesoro. Manuel nunca olvidaría esa lección, y a partir de entonces cuidaría mucho más sus dientes y valoraría siempre a sus amigos.