El ratón que quería conocer el mar



Había una vez en un pequeño jardín, un ratón llamado Rufino. Rufino era un ratón curioso que pasaba sus días explorando cada rincón de su hogar. Aunque el jardín era bonito, Rufino tenía un sueño que lo hacía soñar despierto: ¡quería conocer el mar!

Un día, mientras correteaba por la hierba, escuchó a un grupo de pájaros charlando entre ellos.

"¿Alguno de ustedes ha visto el mar?" - preguntó Rufino con la voz esperanzada.

"Yo sí, una vez, volé sobre él. Es inmenso y azul, ¡un lugar mágico!" - contestó la paloma Pía.

Rufino sintió una ola de emoción.

"¡Debo ir a verlo!" - exclamó.

Sin embargo, sus amigos, los otros ratones, se preocupaban. No querían que Rufino se fuera tan lejos.

"Es peligroso allá afuera, Rufino. Hay gatos y trampas" - le advirtió Ratón, su mejor amigo.

Pero Rufino era decidido. Esa noche, decidió que al amanecer partiría hacia el océano.

Al día siguiente, tras un desayuno de quesito, Rufino se despidió de sus amigos.

"Voy a buscar el mar. ¡Nos vemos pronto!" - dijo él, con su voz firme.

Con su pequeño saco a cuestas, Rufino salió en dirección a la playa. Los árboles se hacían más bajos y la tierra cambiaba a medida que se acercaba a su destino. En el camino, conoció a un viejo tortuga llamada Don Teodoro.

"¿A dónde vas, pequeño?" - preguntó Don Teodoro.

"Voy a conocer el mar!" - respondió Rufino.

"Es un viaje largo. ¿Tienes un plan?" - cuestionó el anciano sabio.

"Solo quiero llegar a la playa" - dijo Rufino, un poco inseguro.

"A veces las aventuras requieren más que solo deseos. Deberías pensar en cómo llegar de manera segura" - sugirió la tortuga. Rufino reflexionó y entendió que debía ser más precavido.

Continuó su viaje y, más adelante, encontró un arroyo. Aquí, conoció a una rana llamada Rita.

"¡Hola! ¿Adónde vas?" - preguntó Rita.

"¡Voy al mar!" - respondió Rufino emocionado.

"¡Qué lindo! Pero debes cruzar el arroyo. ¿Sabes nadar?" - le preguntó Rita.

"No, nunca he nadado" - confesó Rufino.

"Puedo ayudarte. Subí a mi espalda y te cruzaré" - dijo la rana.

Rufino subió, sintiendo un poco de miedo. Pero Rita era una nadadora experta y en poco tiempo llegaron al otro lado. Rufino agradeció a la rana y siguió su camino.

A medida que Rufino se acercaba a la playa, sintió un cambio en el aire. Se volvió más cálido, y el olor a sal lo envolvía.

Finalmente, llegó al mar. Se detuvo, maravillado ante la inmensidad del océano y el sonido de las olas.

"¡Es increíble!" - susurró él, mirando el agua blanca y espumosa.

Se acercó a la orilla, y al mojarse las patas, sintió una mezcla de alegría y temor. Sin embargo, el olorcito a sal y la brisa del mar lo llenaron de energía.

De pronto, una ola grande llegó y lo empujó un poco hacia atrás. Rufino, emocionado, comenzó a jugar con el agua. Sin embargo, se dio cuenta que las olas eran fuertes y, un poco asustado, buscó un lugar más seguro donde sentarse.

En la playa, conoció a varios animales marinos, como un pez payaso llamado Pablo.

"¡Hola, pequeño! ¿Primera vez en el mar?" - le preguntó Pablo.

"Sí, vine porque siempre lo soñé" - contestó Rufino.

"Es hermoso, pero a veces puede ser peligroso. Siempre debes estar atento" - le advirtió el pez.

Rufino, sabiendo que había tomado un riesgo al venir, se dio cuenta de que siempre es bueno ser prudente. Pasó el día disfrutando del mar, buceando con Pablo y haciendo castillos de arena.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Rufino decidió que era momento de regresar a casa. Aunque había cumplido su sueño, no quería preocupar a sus amigos.

Regresó al jardín, donde sus amigos lo esperaban ansiosos.

"¡Rufino! ¡Estás de vuelta!" - exclamó Ratón.

"¡Sí! Fui al mar, y es más hermoso de lo que imaginaba" - relató emocionado.

Cada uno de sus amigos se alegró por su regreso.

"¡Nos alegra que estés bien!" - dijo Pía.

Rufino compartió historias sobre su aventura y todo lo que había aprendido sobre la seguridad y la valentía. Desde ese día, Rufino no solo era el ratón que quería conocer el mar, sino también el ratón que inspiraba a los demás a seguir sus sueños, siempre con cuidado y sabiduría. Y así, el jardín se convirtió en el lugar donde los sueños y las historias compartidas florecieron juntos, creando un mundo más grande lleno de aventuras y aprendizajes.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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