El ratón que soñaba ser león



En una vasta y frondosa selva, donde los árboles eran tan altos como los sueños de los animales, vivía un pequeño ratón llamado Rati. Rati siempre había admirado al rey de la selva, el león. Su gran melena dorada y su poderoso rugido hacían que todos los demás animales temieran y respetaran a Simón, el león. Aunque Rati era pequeño y ágil, sentía que no podía defenderse de los peligros que lo rodeaban.

Un día, mientras observaba a Simón desde un alto árbol, Rati se puso a pensar. "Si tan solo pudiera ser un león, podría defenderme de todos esos animales grandes y fuertes..."- murmuró.

Con esa idea en mente, decidió buscar la manera de transformarse. Fue así que se acercó a su amiga la tortuga Clara, conocida por ser sabia.

"Clara, tengo un problema. Quiero ser un león, ser grande y fuerte, para no sentir miedo de los otros animales. ¿Sabés cómo puedo hacerlo?"- preguntó Rati.

Clara sonrió y contestó: "Rati, ser un león puede parecer atractivo, pero también tendrás que enfrentar muchas responsabilidades. Los leones tienen que cazar, proteger su territorio y ser líderes. No es tan fácil como parece."-

Rati, sin embargo, estaba decidido. Se fue en busca de un disfraz que lo hiciera lucir como un león. Buscó por toda la selva y, finalmente, encontró algunas hojas doradas y un par de plumas que fueron a dar a su pequeño disfraz. Cuando se miró en un charco, se sintió muy orgulloso.

"¡Miren, soy un león!"- exclamó, mientras paseaba por la selva. Pero a pesar de su apariencia, los otros animales se dieron cuenta de que, en realidad, no era más que un pequeño ratón disfrazado.

Un día, mientras Rati intentaba asustar a unos pequeños pájaros que picoteaban el suelo, una culebra lo observó desde un arbusto con curiosidad.

"¿Qué haces aquí, ratón?"- preguntó la serpiente con una sonrisa burlona.

"Soy un león, y deben temerme. ¡Rugiré como un rey!"- contestó Rati, aunque su voz era solo un susurro.

La culebra soltó una carcajada y dijo: "No hay que temer a un ratón, por más disfraz que lleve. Tú no eres un león."-

Desanimado, Rati se sentó bajo un árbol. Pensó que tal vez nunca podría ser como Simón. Fue en ese momento que escuchó un grito.

"¡Ayuda!"- era su amigo el conejo, que había quedado atrapado en una trampa. Rati, olvidando su disfraz y su deseo de ser león, se acercó a él.

"¡No te preocupes, voy a ayudarte, amigo!"- gritó Rati con valentía. Usando sus pequeños dientes, trabajo con rapidez para liberar las patas del conejo. Cuando logró liberarlo, el conejo miró a Rati con sorpresa.

"¡No puedo creer que lo hiciste! Eres muy valiente, Rati."-

Rati sonrió y se dio cuenta de que no necesitaba ser un león para ser valiente.

Desde ese día, Rati entendió que ser pequeño tenía sus ventajas. Podía moverse con rapidez, esconderse fácilmente y ayudar a sus amigos de maneras que un león no podría.

Así, Rati decidió que estaba bien ser un ratón y no un león. Aunque siempre admiraría la fuerza del rey de la selva, descubrió que su propio tamaño lo hacía especial. Con el tiempo, llegó a ser conocido como el ratón valiente, y todos en la selva se sintieron seguros al tenerlo como amigo.

Rati aprendió que, sin importar lo pequeño que uno sea, también puede ser un héroe en su propia forma. Las diferencias pueden ser poderosas y, a veces, lo que consideramos una desventaja puede ser nuestra mayor fortaleza.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!