El Ratón Sabio
Había una vez un niño llamado Tomás, que era un poco desordenado y siempre dejaba sus tareas para el último momento. Un día, al regresar de la escuela, encontró un pequeño ratón de pelaje gris en su escritorio. Tomás se quedó sorprendido y, a pesar de su asco inicial, preguntó: "¿Qué hacés acá, ratón?" El ratón levantó la cabeza y respondió: "Vine a ayudarte con tus tareas, Tomás." El niño, asombrado, no pudo evitar reírse, pero decidió darle una oportunidad al ratón.
Al principio, el ratón, que se llamaba Rufi, lo guiaba con consejos un tanto extraños. "Hacer tareas puede ser divertido si lo haces jugando, como si te preparás para una gran misión", decía. Tomás se lo tomó en serio y, a medida que iba completando sus deberes, comenzó a notar que podía terminar más rápido y hasta disfrutar el proceso. Rufi lo animaba con frases de aliento como: "¡Vamos, Tomás! Cada problema tiene una solución, solo hay que buscarla con creatividad!"
Un día, Tomás llegó a casa con una tarea de matemáticas que le parecía muy complicada. En lugar de frustrarse, decidió pedir ayuda a Rufi mientras se ponía cómodo en su silla. "No puedo resolver esto, Rufi. Es muy difícil". El ratón se acercó y dijo: "Recordá que cada montaña se escala paso a paso. Empecemos con lo que ya sabés y construyamos desde ahí." Con la guía de Rufi, Tomás logró descomponer los problemas y encontró soluciones, sintiendo que la tarea se volvía más liviana.
Sin embargo, un día Rufi no apareció. Tomás se sintió preocupado y, al mismo tiempo, inseguro. "¿Qué haré sin vos?" imploró. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, gracias a las lecciones aprendidas, ya no podía depender del ratón para hacer sus tareas. Abrió su cuaderno y comenzó a recordar todos los consejos que había recibido. "¡Soy capaz!" se dijo a sí mismo. Con determinación, empezó a trabajar en su tarea sin ayuda, descubriendo que podía resolverlo por sí solo.
Al final de la semana, Tomás se sorprendió al recibir un 10 en la entrega de su tarea y, al mirar por la ventana, vio a Rufi asomado de nuevo. "Lo lograste, Tomás, te convertiste en un verdadero experto en tus materias!" El niño sonrió y, sintiéndose orgulloso, le contestó: "¡Gracias, Rufi! Siempre llevaré tus consejos en mi corazón. Ahora sé que puedo aprender y crecer, con o sin ratón al lado." Desde entonces, Tomás siguió haciendo sus tareas, pero nunca olvidó a su pequeño amigo que le enseñó a creer en sí mismo.
FIN.