El Ratón Saltón y la Gran Aventura



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y ríos cristalinos, un ratón llamado Saltón. Saltón no era un ratón común y corriente. Desde que era muy pequeño, había tenido un gran sueño: saltar tan alto como los árboles. Todos los demás ratones se reían de él cuando les contaba sobre su sueño.

-Un ratón que salta alto, ¡qué locura! -decía Rati, su mejor amigo.

-Si podés soñar, podés hacerlo. No voy a dejar que se rían de mí -respondía Saltón,

con una mirada decidida.

Un día, mientras exploraba en el bosque, Saltón se encontró con una anciana tortuga llamada Tito. Tito era conocida por sus sabios consejos y había escuchado hablar de los sueños de Saltón.

-¿Cuál es tu sueño, pequeño ratón? -preguntó Tito con curiosidad.

-Sueño con saltar tan alto como los árboles y ver todo el mundo desde allí arriba -respondió Saltón, con su pecho inflado de orgullo.

-Pero si no tenés alas, ¿cómo vas a lograrlo? -inquirió Tito, sin querer desanimarlo.

-No lo sé, pero estoy dispuesto a intentarlo y no rendirme -contestó Saltón.

Tito sonrió y le dio un consejo vital:

-Para lograr tus sueños, primero tienes que prepararte. Vas a necesitar mucha práctica y... también algo de ayuda.

Saltón decidió que era el momento de comenzar su entrenamiento. Todos los días practicaba con gran dedicación, saltando de las piedras, brincando sobre troncos caídos y escalando colinas. Pero a pesar de sus esfuerzos, sus saltos apenas lograban alcanzar la altura de una hierba.

Un día, tras una tarde de frustración, se encontraba en su hogar desilusionado. De pronto, su amiga Lila, una ágil ardilla, apareció saltando con alegría.

-¿Por qué estás tan triste, Saltón? -preguntó Lila.

-No puedo saltar tan alto como quiero y me preocupa no poder lograrlo nunca -respondió Saltón, con la cabeza agachada.

-A veces, los sueños llevan tiempo. ¿Por qué no me dejas ayudarte? Te mostraré algunos trucos para saltar mejor -propuso Lila entusiasta.

Saltón aceptó con gusto. Lila le enseñó a tomar impulso, a usar su cola para equilibrarse y, lo más importante, a creer en sí mismo. Cada día, juntos practicaban. Después de varias semanas de dedicación y risas, Saltón empezó a sentir que, de a poco, sus saltos iban alcanzando nuevas alturas.

-¡Mirá, Saltón! ¡Ya podés saltar más alto que el arbusto! -gritó Lila un día, mientras Saltón aterrizaba en el otro lado del arbusto.

-¡Lo estoy logrando! -exclamó Saltón, con alegría desbordante.

Y así, continuó entrenando y superándose.

Un día, mientras practicaban, escucharon un alboroto en el bosque. Un grupo de animales se había reunido alrededor de un gran árbol caído que bloqueaba el camino del río.

-¿Qué pasa? -preguntó Saltón curioso.

-El río no puede fluir y los peces se están asfixiando -explicó un conejo angustiado.

-Si sólo pudiéramos moverlo, pero es demasiado pesado -suspiró una lechuza.

Saltón se sintió golpeado por el problema.

-¡Esperen! -gritó de repente. -¡Yo puedo ayudar! Si salto desde ese tronco, tal vez logre conseguir algo de ayuda para moverlo.

Pero los demás animales lo miraron desconcertados.

-¿Y cómo vas a hacer eso? -dijo un pato, escéptico.

-Confíen en mí, puedo lograrlo. Solo denme una oportunidad -respondió Saltón, con la determinación brillando en sus ojos.

Saltón se concentró, tomó impulso y saltó lo más alto que pudo.

—¡Vamos, Saltón, podés! -gritó Lila, apoyándolo desde abajo.

Y, para sorpresa de todos, el pequeño ratón alcanzó la rama más alta del árbol. Desde allí, pudo ver a lo lejos: un grupo de pájaros que venían en su ayuda.

-¡Volveré con ayuda! -les gritó Saltón a los demás mientras comenzaba a descender.

Poco después, los pájaros llegaron y juntos lograron mover el tronco, permitiendo que el agua fluyera nuevamente. Todos aplaudieron, y Saltón se sintió muy feliz; no solo podía saltar mejor, sino que había ayudado a sus amigos.

-¿Ves lo que podés hacer? -le dijo Lila, dándole una palmadita amistosa en la espalda.

-Sí, lo hice, y no sólo por mí, sino por todos -respondió Saltón, con una sonrisa de oreja a oreja.

Desde aquel día, el ratón Saltón no solo saltaba más alto, sino que también enseñó a otros animales a no rendirse en sus sueños. Y así, se convirtió en un ejemplo de perseverancia y trabajo en equipo.

Y aunque seguía disfrutando de saltar, lo que más valoraba era saber que con esfuerzo y la ayuda de amigos, se podían lograr cosas maravillosas.

FIN.

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