El Ratón y su Gran Quesoaventura



En un pequeño y tranquilo pueblo, vivía un ratoncito llamado Tito, quien era conocido por su gran curiosidad y sus sueños de encontrar el queso más grande y delicioso del mundo. Cada día, Tito exploraba nuevos lugares, pero siempre se sentía un poco inseguro y soñador al mismo tiempo.

Un día, mientras inspeccionaba un viejo desván, Tito encontró un mapa misterioso enrollado entre un trozo de papel. El mapa parecía indicar la ubicación de un queso gigante escondido en la montaña más alta del pueblo.

- ¡Mirá lo que encontré! - gritó Tito emocionado a su amiga, la ardillita Susi.

- ¿Qué es eso, Tito? - preguntó Susi, acercándose curiosa.

- ¡Es un mapa que dice que hay un queso enorme en la montaña! - respondió Tito, con los ojos brillantes.

Susi se quedó pensando por un momento. - Pero Tito, la montaña es peligrosa y hay que tener cuidado. ¿Estás seguro de que querés ir? -

- ¡Claro que sí! Si hay un queso gigante, ¡no puedo dejar pasar esta oportunidad! - insistió Tito, decidido.

Así que, tras un breve pero intenso debate en su mente, Tito y Susi comenzaron su aventura hacia la montaña. Juntos atravesaron el bosque, donde encontraron un arroyo brillante.

- ¡Mirá, Tito! - dijo Susi, señalando el agua. - ¿No es mejor activar esa parte del mapa? ¡Podemos hacer un pozito y refrescarnos antes de seguir!

- ¡Buena idea, Susi! Pero, ¿cuánto tiempo nos tomará? - preguntó Tito un poco ansioso por continuar.

- No te preocupes, tardaremos solo un rato - respondió Susi, siempre optimista.

Después de refrescarse y descansar un poco, continuaron su camino. En el camino hacia la cima, se encontraron con un búho sabio que estaba nublado en una rama.

- ¡Hola, pequeños! - saludó el búho. - ¿A dónde se dirigen tan emocionados?

- ¡Vamos a buscar un queso gigante! - exclamó Tito.

- ¡Mmm, suena tentador! Pero tengan cuidado, muchos se han perdido en el camino - les advirtió el búho, con mirada sabia.

- ¿Por qué? - preguntó Susi, intrigada.

- La montaña tiene sus secretos, y algunas criaturas no son amigables. Siempre manténganse juntos y escuchen ágilmente las instrucciones del mapa. -

Tito asintió, aunque un poco preocupado. - No te preocupes, somos buenos exploradores! - dijo, tratando de tranquilizarse.

Al seguir su camino, se encontraron con una cueva oscura. El mapa decía que debían cruzar la cueva para llegar a la otra parte de la montaña, pero Tito sintió miedo.

- No sé si puedo, Susi. Es muy oscuro - susurró.

- ¡Vamos, Tito! Solo tienes que dar un paso a la vez. Yo estaré a tu lado - dijo ella valientemente.

Con un poco de miedo pero mucho ánimo, Tito se adentró en la cueva. Al principio, todo fue oscuro y aterrador, pero a medida que avanzaban, se dieron cuenta de que el camino estaba iluminado por gemas brillantes en las paredes de la cueva.

- ¡Mirá esto! - gritó Tito sorprendido. - ¡Es hermoso!

- Ahora no es tan aterrador, ¿verdad? - sonrió Susi, feliz de que Tito se sintiera mejor.

Finalmente, lograron cruzar la cueva y llegaron a la cima de la montaña. Al mirar a su alrededor, los pequeños ratones encontraron el queso gigante: era más grande de lo que habían imaginado, brillando bajo el sol como si estuviera hecho de oro.

- ¡Lo logramos, Tito! - dijo Susi, saltando de alegría.

- ¡No lo puedo creer! - exclamó Tito, corriendo hacia el queso.

Pero al acercarse, notaron que había un enorme gato vigilando el queso, observando desde lejos.

- ¡Oh no! ¿Y ahora qué hacemos? - dijo Tito, asustado.

- Hay que usar nuestra astucia - propuso Susi. - Voy a distraer al gato y vos tomás un pedazo del queso.

- Eso es peligroso, no quiero que te lastimen. - contestó Tito, preocupado.

- ¡Confía en mí! La curiosidad nos trajo hasta aquí; así que dejame intentar - insistió Susi.

Y así, la pequeña ardillita comenzó a saltar y hacer ruidos para atraer la atención del gato.

- ¡Mirá, mirá! - gritaba mientras Tito aprovechaba para acercarse sigilosamente al queso.

El gato, intrigado por los saltos de Susi, se dio vuelta y comenzó a seguirla. Tito aprovechó este momento para tomar un gran trozo de queso y correr hacia su amiga.

- ¡Vamos, Susi! - gritó Tito, logrando que ambos escaparan juntos.

Cuando llegaron de vuelta al pueblo, Tito y Susi celebraron su logro.

- ¡Lo hicimos, Tito! Conseguimos el queso. - exclamó Susi.

- ¡Fue todo gracias a tu valentía! - respondió Tito, admirando a su amiga. - Sin ti, no lo hubiera logrado.

- Y sin ti, nunca hubiera tenido la idea de ir. - dijo Susi, sonriendo.

Desde aquel día, Tito aprendió que la curiosidad y la valentía van de la mano, y que siempre es mejor enfrentar retos acompañado de buenos amigos. Y así, Tito y Susi disfrutaron de su queso gigante, compartiendo risas y dulces memorias en el cálido pueblo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!