El Ratoncito Soñador
Había una vez un ratoncito llamado Miguelito que vivía con sus papás en una pequeña agujero debajo de una despensa. Aunque tenía comida suficiente y un lugar calentito para dormir, sentía que le faltaba algo importante en su vida. Miguelito durante todo el día se pasaba viendo a otros animalitos por la ventana, viviendo felices y haciendo lo que les gustaba.
- “¿Por qué no puedo ser así? ¿Por qué no puedo tener una familia feliz y un trabajo que me haga sonreír? ” - se preguntaba a menudo.
Miguelito soñaba con ser un gran artista, pero todos los días veía a sus papás trabajando duro para conseguir un poco de queso. Sus papás siempre le decían:
- “Lo importante es trabajar y ser responsables, Miguelito. Los sueños son solo cosas de ratones soñadores”.
Un día, mientras salía a explorar, Miguelito se topó con una gran caja de cartón. Resulta que la caja estaba llena de materiales de arte olvidados. Los colores, pinceles y papeles despertaron su creatividad.
- “¡Esto es fantástico! ¡Puedo crear lo que quiera! ” - gritó con entusiasmo.
Y así fue como Miguelito comenzó a pintar. Se pasaba horas y horas plasmando en el lienzo sus sueños de una familia feliz. A menudo, la caja de cartón se convirtió en su refugio, su lugar especial donde podía dejar su imaginación volar.
Un día, mientras Miguelito estaba concentrado pintando un hermoso paisaje, una pajarita llamada Kiki le voló cerca.
- “¿Qué haces, ratón? ¡Eso es increíble! ” - le dijo Kiki, admirando la obra de arte.
- “Solo estoy soñando… quiero ser un gran artista algún día” - respondió Miguelito con una mezcla de inseguridad y esperanza.
Kiki, al darse cuenta del talento de Miguelito, le sugirió:
- “¿Por qué no organizas una exposición en el parque? Todos vendrán a ver tus obras. De seguro te animan a seguir tus sueños.”
Miguelito, emocionado y aterrorizado a la vez, pensó:
- “Pero… no sé si seré lo suficientemente bueno...”
- “¡Claro que sí! ¡Solo tienes que intentarlo! ” - le insistió Kiki.
Con el apoyo de su nueva amiga, Miguelito decidió hacer una exposición en el parque. Así que comenzó a crear más obras de arte, y con ayuda de Kiki, organizó todo. El día de la exposición, Miguelito estaba muy nervioso. Además de su familia, muchos animalitos del barrio vinieron a ver lo que había creado.
Frente a las obras de Miguelito, los demás animales quedaron maravillados. Todos admiraban la belleza de su arte.
- “¡Sos un genio, Miguelito! ” - exclamó un conejito emocionado.
- “¡Tu arte es tan lindo como un mágico paisaje! ” - dijo una zorrita llena de entusiasmo.
Por primera vez, Miguelito sintió que su corazón rebosaba de alegría. No sólo por la admiración que recibía, sino también porque sentía que se estaba convirtiendo en quien realmente era.
Comenzó a pensar que quizás no solo se trataba de tener una familia feliz, sino de ser feliz haciendo lo que le apasionaba. Al terminar la exposición, se acercó a sus papás y les dijo:
- “Mamá, Papá, quiero ser artista. Quiero crear obras que hagan feliz a la gente.”
- “Hijo, estamos orgullosos de ti. Si esto es lo que te hace feliz, entonces apóyate en tu talento” - respondió su papá.
A partir de ese día, Miguelito asistía a clases de arte y seguía creando su magia en forma de pintura. Con el tiempo, su obra fue conocida en todo el barrio. Un día, formó su propia familia con otros animalitos que también buscaban seguir sus sueños. Juntos crearon una comunidad de artistas en la que todos se apoyaban.
Finalmente, Miguelito comprendió que la felicidad no solo se encontraba en el amor de una familia, sino también en seguir sus sueños y en la amistad. Disfrutaba de ver cómo cada día lograba algo nuevo y se sentía más feliz. Y así, el pequeño ratoncito pudo vivir su cuento de alegría y color, pintando sueños para él y para todos sus amigos en el parque.
Miguelito, el ratoncito soñador, había encontrado lo que siempre había buscado: una vida plena, llena de amor y sueños cumplidos.
FIN.