El ratoncito y el gato
Había una vez en una pequeña casa, el ratoncito llamado Rulo y el gato llamado Gato. Rulo era un ratón curioso, siempre buscando aventuras en la cocina, mientras que Gato disfrutaba del sol en la ventana y de observar a su alrededor. A pesar de que eran muy distintos, ambos soñaban con explorar el mundo fuera de su hogar.
Un día, Rulo decidió que era hora de salir a conocer lo que había más allá de las cuatro paredes de su hogar. Sin embargo, sabía que tenía que ser muy astuto para no cruzarse con Gato. Así que, esperando la hora del almuerzo cuando Gato estaba más dormido, salió de su agujero.
-Cuanto más lejos esté de la cocina, mejores serán mis oportunidades de aventura -susurró Rulo mientras se deslizaba por el suelo.
Sin embargo, Gato lo había estado observando.
-¿A dónde vas, pequeño ratón? -preguntó Gato, abriendo un ojo y frotándose la cara con una pata.
Rulo, un poco asustado, respondió:
-Yo... solo voy a explorar el jardín. Hay tanto que ver y oler allá afuera.
Gato, intrigado, dijo:
-¿El jardín? ¿Te gustaría que te acompañe? Con mis garras y mis ojos, podría protegerte de cualquier peligro.
Rulo se quedó pensando. A pesar de ser un ratón y ser siempre esquivado por los gatos, había algo en la forma en que Gato lo decía que lo hacía sentir seguro. Después de dudar un momento, aceptó.
-Bueno, si prometés que no intentarás comerme, me gustaría que vengas conmigo.
-¡Prometido! -exclamó Gato, y juntos salieron al jardín.
Al principio, todo fue maravilloso. Rulo mostraba a Gato las hermosas flores, y Gato le enseñaba a Rulo a observar a los pájaros y el movimiento de las hojas. Pero pronto, se dieron cuenta de algo. En la esquina del jardín, había un pequeño agujero por donde una ardilla estaba luchando para sacar su nuez.
-¡Mirá! -dijo Rulo, emocionado -¡Esa ardilla necesita ayuda!
-Así es, pero no se puede dejar que un gato se acerque, podría asustarla -dijo Gato.
Pero Rulo, decidido a ayudar, dijo:
-No, Gato. Debes dejarme ayudarla. Si puedo, la animaré a que lo intente de nuevo.
Gato se sintió un poco inseguro. Pero al ver la valentía de Rulo, decidió apoyarlo.
-Está bien, pero estaré cerca en caso de que necesites ayuda.
Rulo se acercó lentamente a la ardilla.
-No tengas miedo, amiga ardilla -dijo Rulo con voz suave -puedes hacerlo, yo sé que eres fuerte.
-Pero no puedo sacar la nuez -dijo la ardilla, triste.
-Con un poco de esfuerzo, sí podrás. ¡Inténtalo de nuevo!
Y así, la ardilla tomó un profundo aliento y volvió a penetrar su hocico en el agujero. Después de unos momentos de esfuerzo, logró sacar su nuez y dejó escapar un grito de alegría.
-¡Lo logré! -gritó la ardilla.
Rulo sonrió, feliz de haber ayudado. Gato, que observaba desde lejos, se sorprendió por la valentía y la bondad de Rulo.
-Quizás un ratón y un gato pueden ser amigos después de todo -pensó para sí mismo.
De vuelta en la casa, Gato reflexionaba sobre cómo había disfrutado su aventura. La tarde había pasado volando y se sintió aliviado de haber escuchado a Rulo y haberlo dejado ser el héroe del día.
-Juntos podemos hacer cosas increíbles -dijo Gato, mirando a Rulo.
-Sí, y siempre es mejor trabajar en equipo -respondió Rulo sonriendo.
Desde aquel día, se hicieron grandes amigos, y Rulo ya no temía a Gato, ni Gato a Rulo. Juntos exploraron el jardín, se ayudaron mutuamente y aprendieron que, aunque eran diferentes, podían compartir aventuras y amistad.
Y así, el ratoncito y el gato vivieron felices, demostrando que la amistad más inesperada puede florecer en los lugares más insospechados. Y que a veces, la fortaleza se encuentra en la bondad de nuestros corazones.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.