El ratoncito y la mariposa
Había una vez un pequeño ratoncito llamado Laureano. Laureano vivía en el bosque junto a su familia, pero a diferencia de los demás ratones, él era especial.
Tenía un corazón lleno de amor y siempre buscaba la felicidad en todo lo que hacía. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el prado, Laureano se encontró con una mariposa triste llamada Felicia. La mariposa tenía las alas rotas y no podía volar como las demás.
Laureano se acercó a ella y le preguntó qué le había pasado. "Me caí de una flor muy alta y ahora no puedo volar", respondió Felicia con voz apagada. Laureano sintió mucha pena por ella y decidió ayudarla.
Buscó ramitas y hojas para hacerle un vendaje a las alas de la mariposa y cuidó de ella hasta que sanara por completo. Mientras tanto, los dos se hicieron grandes amigos.
Un día, cuando Felicia ya estaba recuperada, decidieron explorar juntos el bosque. Durante su aventura, conocieron a Lucas, un conejito muy travieso que siempre andaba metiéndose en problemas. "¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?", preguntó Lucas curioso al verlos pasar.
"Soy Laureano y esta es mi amiga Felicia", respondió el ratoncito sonriente. Lucas les contó que estaba buscando algo emocionante para hacer ese día y les propuso ir a la cueva del temible ogro Ogrozaurio.
Al principio, Laureano dudaba porque sabía que era peligroso, pero Lucas insistió tanto que finalmente accedió. Cuando llegaron a la cueva, descubrieron que Ogrozaurio no era tan malo como decían. En realidad, solo estaba cansado y triste porque todos los animales le tenían miedo.
Laureano tuvo una idea brillante: organizar un picnic sorpresa para alegrar al ogro. Juntos, prepararon deliciosos sándwiches de queso y frutas frescas. Decoraron la cueva con flores y globos coloridos. Cuando Ogrozaurio regresó a su hogar, se encontró con la sorpresa y no pudo evitar sonreír.
"¡Wow! Nunca nadie había hecho algo así por mí", exclamó el ogro emocionado. Desde ese día, Laureano, Felicia y Lucas visitaban a Ogrozaurio regularmente para jugar juntos y compartir momentos de felicidad.
El ogro dejó de ser temido por los demás animales del bosque gracias al amor y amistad que le brindaron Laureano y sus amigos.
La noticia sobre el nuevo amigo de Ogrozaurio se extendió rápidamente por todo el bosque, inspirando a otros animales a acercarse sin miedo al ogro. Poco a poco, todos aprendieron que las apariencias pueden engañar y que siempre hay bondad en cada corazón si nos damos la oportunidad de conocerlo.
Laureano enseñó una gran lección: el amor puede cambiar vidas y hacer del mundo un lugar mejor para todos. Desde entonces, su nombre se convirtió en sinónimo de amor incondicional y felicidad compartida en el bosque encantado donde vivían.
Y así fue como Laureano Chiquito, el ratoncito amoroso y feliz, se convirtió en un héroe para todos los animales del bosque. Su historia se contaba una y otra vez a lo largo de los años, recordando que siempre hay espacio para la amistad y la bondad en nuestro mundo.
FIN.