El Recreo Mágico



En la escuela secundaria "Los Sueños", todos los días los alumnos esperaban con ansias el recreo. No solo porque podían jugar, sino porque también se les permitía ser creativos y experimentar con juegos diferentes a los que habían jugado siempre.

Un día, durante un recreo, los alumnos se encontraron con un nuevo preceptor llamado Julián, que tenía fama de ser un poco diferente.

- ¡Hola chicos! - saludó Julián con una gran sonrisa. - Hoy quiero que hagamos algo especial. ¿Qué les parecería crear un juego nuevo juntos?

Los alumnos se miraron entre sí, sorprendidos.

- ¿Crear un juego? - preguntó Ana, una de las chicas más tímidas de la clase.

- ¡Sí! - respondió Julián. - Cada uno puede aportar una idea y podemos armar el juego juntos.

- Suena divertido, pero no sé si tengo una buena idea - confesó Pablo, que siempre se sentía inseguro.

- No te preocupes, Pablo - dijo Julián. - La mejor parte de crear es que cualquier idea puede ser genial.

Entonces, los chicos se agruparon, y Julián les propuso un desafío: cada grupo debía presentar un concepto de juego.

Durante el primer recreo, los grupos se pusieron a trabajar. El grupo de Ana decidió que el juego sería de preguntas y respuestas sobre culturas de todo el mundo. El grupo de Pablo apostó por un juego de estrategia donde cada jugador debía construir su propia ciudad. Y otro grupo trajo la idea de un juego de aventuras donde debían superar diferentes obstáculos.

Al final del recreo, todos se reunieron nuevamente.

- Vayamos presentando nuestras ideas - sugirió Julián.

El primer grupo compartió su juego de preguntas.

- Me gusta la idea - comentó Julián - es entretenido y podemos aprender un montón.

El siguiente grupo habló de su juego de estrategia.

- ¡Eso suena desafiador! - se entusiasmó Julián.

Finalmente, el tercero presentó su juego de aventuras.

- ¡Increíble! - exclamó. - Pero, ¿les gustaría hacer algo aún más loco?

Los chicos lo miraron curiosos.

- ¡Sí! - gritaron entusiasmados todos.

- ¿Y si combinamos todas las ideas para crear un único grande juego?

Tímidamente, Pablo alzó la mano.

- pero, ¿cómo lo haríamos?

- Fácil - respondió Julián. - Haremos un juego donde cada jugador pasará por diferentes estaciones. En la primera, responderán preguntas sobre culturas, en la segunda, construirán algo en el mapa de una ciudad y en la tercera superarán obstáculos como en una aventura.

Los ojos de los chicos brillaron con emoción.

- ¡Es genial! - exclamó Ana.

Así que durante los próximos días, los estudiantes trabajaron codo a codo con Julián. Se dividieron las tareas: unos se encargaron de dibujar el tablero, otros de crear las preguntas y unos más diseñaron los obstáculos.

Cuando finalmente llegó el día de probar el nuevo juego, todos estaban ansiosos. Los grupos se organizaron y comenzaron a jugar.

- ¡Esto es más divertido de lo que pensé! - gritó Pablo, mientras colocaba un edificio en su mapa.

- ¡Y aprendemos un montón! - dijo Ana, mientras contestaba una pregunta sobre un país lejano.

Sin embargo, en medio del juego, ocurrió algo inesperado.

Un alumno nuevo, Mateo, observaba desde la esquina del patio. Parecía un poco perdido y no se animaba a unirse.

- ¡Chicos! - gritó Julián. - Oigan, ¿por qué no invitan a Mateo a jugar con nosotros?

Los alumnos miraron a Mateo.

- ¡Vení, Mateo! - lo llamó Pablo. - ¡Es muy divertido!

Mateo dudó al principio, pero luego se animó y se unió al grupo.

- ¡Bienvenido! - lo saludó Ana. - ¿Te gustaría elegir una de las estaciones?

- Me gusta la idea de los obstáculos - dijo Mateo, sonriendo tímidamente.

Todos empezaron a reír y a compartir anécdotas sobre sus partes favoritas. Cada uno puso su energía en el juego y, así, Mateo se sintió parte de algo especial.

El recreo terminó, pero los chicos no querían que el juego se acabara.

- ¿Podemos jugarlo todos los recreos? - preguntó Ana.

- ¡Claro que sí! - dijo Julián. - A partir de ahora, este será nuestro juego oficial del recreo.

Desde entonces, cada recreo en la escuela "Los Sueños" fue un espacio de conexión y diversión, donde todos los chicos se sentían incluidos. Y así, el preceptor Julián enseñó a sus estudiantes que a veces, solo se necesita un poco de creatividad y trabajo en equipo para crear mágicas aventuras.

Y todos juntos, celebraron una amistad que iba más allá de las estaciones del juego, marcando un nuevo capítulo en el muro de los sueños compartidos de la escuela.

Fin.

FIN.

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