El Recuento de los Daños
Había una vez en una pequeña ciudad llamada Biotópolis, un ratón llamado Tito. Tito era un ratón curioso y valiente que vivía en una biblioteca llena de libros. Un día, Tito escuchó hablar sobre un experimento que se estaba llevando a cabo en un laboratorio cercano.
"¿Qué será eso de la ingeniería genética?" - se preguntó Tito, moviendo su pequeña cola con entusiasmo. "Tengo que averiguarlo."
Un día, decidió aventurarse hacia el laboratorio. Cuando llegó, vio a un grupo de científicos que hablaban sobre crear ratones más grandes y fuertes. Tito, muy curioso, se acercó a escuchar con más atención.
"Podríamos hacer a los ratones más inteligentes y útiles para la humanidad" - decía uno de los científicos.
"Pero, ¿qué pasará con los ratones que modifiquemos?" - preguntó otro.
"¡Bah! Solo son ratones, no importan tanto. Lo importante es el avance de la ciencia" - respondió el primero.
Tito sintió un escalofrío. No le gustaba lo que escuchaba. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte, y decidió infiltrarse en el laboratorio. Al entrar, vio un gran aparato muy brillante y dentro de él, un ratón que parecía alterado y confundido. Tito se dio cuenta de que estaba en juego la vida de su especie.
"¿Qué te han hecho?" - le pregunto a aquel ratón.
"Me han cambiado por dentro, ahora soy más fuerte, pero me siento muy extraño. Todo está silencio, y perdí a mis amigos. He estado aquí solo, con miedo" - respondió el ratón.
Tito decidió que eso no podía seguir así. Salió corriendo del laboratorio y se dirigió a la plaza del pueblo, donde había una gran reunión de animales.
"¡Amigos, escuchen!" - gritó Tito.
"Los científicos están haciendo cosas raras en el laboratorio. ¡Están maltratando a los ratones!" - continuó.
"¡Debemos hacer algo!" - dijo una coneja que escuchaba atentamente.
"¡Sí, no podemos quedarnos de brazos cruzados!" - agregó un pájaro.
Tito y sus amigos decidieron formar un plan. Querían hacer una manifestación para que la gente de Biotópolis se enterara de lo que estaba ocurriendo. Al día siguiente, armados con carteles y mucha valentía, marcharon hacia el laboratorio.
La magnitud de la protesta fue tan grande que varios habitantes de Biotópolis se unieron. La voz de los animales llegó a oídos de los medios de comunicación y pronto, las noticias llegaron a cada rincón de la ciudad.
"Exigimos respeto por nuestras vidas y que se detengan esos experimentos que traen daños" - coreaban los animales.
"¡No al maltrato animal!" - gritaban con todas sus fuerzas.
Días después, los responsables del laboratorio tuvieron que dar una explicación. En la conferencia, Tito, junto con otros animales, se subió al escenario.
"Nosotros no somos simples ratones. Somos parte importante de este ecosistema, y la ciencia debe respetar las normas, leyes y principios de la bioética" - dijo Tito con la voz firme.
Los científicos se sintieron avergonzados y prometieron que desde ese momento, seguirían normas como el respeto y bienestar de todos los seres vivos. El laboratorio se comprometió a no realizar más experimentos sin el consentimiento de la comunidad, y a buscar alternativas que no implicaran el maltrato animal.
Gracias al coraje de Tito y de sus amigos, Biotópolis se convirtió en un lugar donde se valoraba la vida de todos, donde la ciencia y la naturaleza coexistían con respeto.
Desde ese día, Tito se convirtió en un héroe para todos. Aquel ratón que había ido en busca de conocimiento, terminó siendo un representante de la voz de los animales. Porque todos, sin importar su tamaño, merecen ser escuchados.
La historia de Tito nos enseña que la ingeniería y la biotecnología deben aplicarse siempre con ética, respetando las leyes que protegen a los seres vivos y promoviendo su bienestar. Así, la ciencia puede avanzar sin causar daño, y todos podemos vivir en un mundo mejor.
FIN.