El reencuentro de Alejandra y Ricardo



Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, dos amigos inseparables llamados Alejandra y Ricardo. Desde que eran chiquitos, compartían juegos, travesuras y risas juntos. Eran como dos hermanos que se complementaban a la perfección.

Un día, Ricardo recibió la noticia de que su familia debía mudarse a otro país por cuestiones de trabajo.

A pesar de la tristeza que sentían ambos por separarse, sabían que era algo inevitable y prometieron mantener viva su amistad a través de cartas y videollamadas. Los años pasaron y las cartas se fueron espaciando hasta dejar de llegar. La vida los llevó por caminos diferentes: Alejandra siguió estudiando en su pueblo mientras Ricardo viajaba por el mundo con su familia.

Un día soleado, mientras paseaba por la plaza del pueblo, Alejandra escuchó una voz familiar que la hizo dar un salto de emoción.

Era Ricardo, ¡su amigo perdido! Se abrazaron con fuerza y las lágrimas brotaron de sus ojos al recordar todos los momentos felices que habían vivido juntos. "¡Ricardo! ¡No puedo creer que estés aquí después de tantos años!", exclamó Alejandra emocionada.

"¡Alejandra! ¡Yo tampoco puedo creerlo! Siempre te tuve en mi corazón", respondió Ricardo con una sonrisa radiante. Desde ese día, Alejandra y Ricardo retomaron su amistad como si nunca hubieran estado separados. Paseaban juntos por el pueblo, recordaban anécdotas del pasado y planeaban nuevas aventuras para disfrutar juntos.

Una tarde, decidieron construir una casita en el árbol donde solían jugar de chicos. Entre risas y trabajo en equipo lograron terminarla antes del atardecer. Se sentaron en lo alto de la casita mirando el paisaje mientras el sol se ocultaba en el horizonte.

"¿Recuerdas cuando soñábamos con viajar juntos por el mundo?", preguntó Ricardo nostálgico. "Sí, pero ahora no hace falta viajar lejos para encontrar la verdadera amistad", respondió Alejandra con cariño.

Así comprendieron que la distancia física no había podido romper el vínculo especial que tenían desde niños. Su amistad era fuerte como un roble y resistiría cualquier desafío que la vida les pusiera adelante.

Y así fue como Alejandra y Ricardo continuaron escribiendo capítulos inolvidables en su historia de amistad eterna, demostrando que los verdaderos amigos siempre encuentran el camino de regreso hacia el corazón del otro.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!