El reencuentro de Rubén y Celeste


Había una vez un hermoso pájaro Rojo llamado Rubén que vivía en un gran árbol en el bosque. Rubén tenía una hermana llamada Celeste, quien era de un color azul brillante como el cielo.

Una noche, mientras jugaban juntos cerca del río, Rubén y Celeste se separaron sin darse cuenta. El pobre Rubén se sintió triste y asustado al no poder encontrar a su querida hermana.

Mientras tanto, en el pueblo cercano, había un grupo de niños jugando en la plaza. Entre ellos estaban Sofía, Lucas y Martín. Ellos eran amigos inseparables y siempre estaban dispuestos a ayudar a los demás. De repente, Sofía vio algo rojo moviéndose entre los arbustos.

Se acercó con curiosidad y descubrió que era Rubén. El pequeño pájaro estaba tan feliz de haber encontrado ayuda que comenzó a saltar de alegría. - ¡Hola! Soy Rubén - dijo emocionado -.

Me he perdido y no puedo encontrar a mi hermana Celeste. Los niños se miraron unos a otros con determinación en sus ojos. Sabían que tenían que ayudar al pajarito a encontrar a su familia. - No te preocupes, Rubén - dijo Lucas -.

Vamos a buscar por todo el bosque hasta encontrarla. Así fue como comenzó la aventura de búsqueda de la hermana perdida de Rubén.

Los niños caminaron por senderos oscuros e investigaron cada rincón del bosque con linternas para intentar encontrar alguna pista sobre dónde podría estar Celeste. Después de mucho buscar, encontraron unas plumas azules brillantes en el suelo. Los niños se emocionaron y siguieron las plumas hasta llegar a un claro donde había un nido vacío.

- ¡Aquí es! - exclamó Martín -. Este debe ser el nido de Celeste. Los niños continuaron buscando y llamando a Celeste, pero no parecía haber rastro de ella. Rubén estaba cada vez más triste y preocupado.

De repente, Sofía tuvo una idea brillante. Recordó que los pájaros solían comunicarse con canciones hermosas. Entonces, los niños comenzaron a cantar una melodía dulce y esperanzadora.

El canto resonó en todo el bosque, llegando a oídos de Celeste quien estaba asustada en lo alto de un árbol cercano. Al escuchar la voz familiar de su hermano y los niños, voló emocionada hacia ellos. - ¡Rubén! ¡Estoy aquí! - gritó Celeste mientras descendía del árbol.

Todos se abrazaron felices mientras celebraban haber encontrado a Celeste sana y salva. Rubén estaba tan contento que no paraba de dar saltitos alrededor de su hermana.

Los niños se despidieron del dúo aviar con cariño y regresaron al pueblo sabiendo que habían hecho algo maravilloso al ayudar a reunir a esa familia tan especial. Desde ese día, Rubén aprendió la importancia de prestar atención cuando jugaba para no perderse nuevamente.

Y siempre recordaría el valioso apoyo que encontró en esos increíbles amigos humanos que le enseñaron sobre la amistad y la solidaridad. Y así termina nuestra historia, donde los lazos de amistad y el trabajo en equipo lograron un final feliz para Rubén y Celeste.

Recuerda, ¡siempre es bueno ayudar a quienes más lo necesitan!

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