El reencuentro de Valentín y Sofía



Era un día soleado en el parque de su infancia. Los árboles susurraban con la brisa, y las risas de los niños resonaban por doquier. Valentín, nervioso, miraba el reloj. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que vio a Sofía, su amiga de toda la vida. Se habían perdido de vista cuando ella se mudó a otra ciudad.

Finalmente, apareció Sofía, luciendo un gran sombrero de colores y una sonrisa radiante. Sus ojos brillaban al ver a Valentín.

- ¡Valentín! -exclamó Sofía, agitando su mano mientras corría hacia él.

Valentín sintió un nudo en el estómago; la emoción lo invadía.

- Sofía, ¡no puedo creer que seas tú! -dijo Valentín, con una sonrisa enorme en su rostro.

Sofía llegó hasta él y se fundieron en un fuerte abrazo. Al separarse, ambos se miraron a los ojos, llenos de sorpresa y alegría.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado? -preguntó ella, sonriendo con nostalgia.

- No sé... ¿dos años? ¿Tres? -respondió Valentín, rasguñándose la cabeza, intentando recordar.

- ¡Es demasiado! Me siento como si hubiera sido ayer cuando jugábamos en el parque y hacíamos carreras hasta el árbol más grande.

- Y yo me acuerdo de las veces que inventábamos historias sobre los árboles y las nubes. ¿Te acuerdas de aquel día que escalamos la colina y juramos que encontraríamos un tesoro? -dijo Valentín, riendo a carcajadas.

Sofía se rió también, sus ojos iluminándose con esos recuerdos.

- Sí, y cuando no encontramos nada, ¡decidimos que el verdadero tesoro era nuestra amistad! -exclamó, su risa resonando como un eco.

- Exacto, la mejor amistad del universo -dijo Valentín, feliz de recordar esos momentos.

Pero, en medio de la alegría, Sofía se volvió un poco seria.

- Valentín, me he mudado de nuevo, a otra ciudad. -susurró, como si el viento pudiera llevarse su preocupación.

El corazón de Valentín se hundió un poco. No quería perderla otra vez.

- Oh... eso es... triste -dijo Valentín, intentando ocultar su decepción.

- Lo sé, pero quiero que sepas que, aunque esté lejos, siempre estaré contigo, en espíritu. -le dijo Sofía, con una dulzura que lo reconfortó.

A Valentín se le iluminó el rostro nuevamente.

- ¡Claro! Podemos seguir disfrutando juntos. ¡Podemos tener videollamadas y hacer historias sobre tus nuevos lugares! -propuso él, entusiasmado.

- ¡Eso sería genial! -respondió Sofía, recuperando la alegría. -Y siempre guardaré nuestro lugar especial en mi corazón.

- Prometí que nunca dejaríamos de ser amigos -dijo Valentín, decidido.

Sofía asintió con seriedad. Sabía que la distancia no podía romper lo que habían compartido.

- Entonces, hagamos algo especial hoy. Un último juego en el parque -sugirió Sofía.

Valentín, emocionado, la miró.

- ¡Sí! ¡Vamos a escalar el árbol! -dijo, señalando al gran árbol que había sido su primer refugio de aventuras.

Ambos corrieron hacia el árbol. A medida que escalaban, compartían risas, historias y sueños. En lo alto, miraron hacia el horizonte.

- A veces, las separaciones son difíciles, pero también enseñan a valorar más a los amigos -dijo Sofía, mirando al cielo.

- Tenés razón. Cada amistad es un viaje, ¡y nosotros apenas comenzamos el nuestro! -dijo Valentín, lleno de esperanza.

Cuando descendieron, prometieron seguir escrebiendo su historia juntos, sin importar la distancia. El sol comenzaba a ocultarse, pero su brillo perduraría en sus corazones.

- Sofía -dijo Valentín mientras el sol se ponía-

¿Qué te parece si, a partir de ahora, cada año nos encontramos aquí para recordar todo lo que hemos vivido y lo que nos queda por vivir?

Sofía sonrió ampliamente, y sus ojos brillaban con emoción.

- ¡Es un trato! -respondió.

Y así, dos amigos que pensaron que la distancia los separaría, sellaron un pacto que los uniría para siempre, donde quiera que estuvieran. La lección que aprendieron ese día fue que las verdaderas amistades siempre encuentran la manera de estar juntas, porque los recuerdos son el puente más fuerte entre los corazones.

Así terminó su día, pero su historia apenas comenzaba a escribirse.

FIN.

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