El Reflejo del Amor Propio



Había una vez dos gemelos llamados Lucas y Valentina, quienes vivían en un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros. Siempre habían sentido una extraña conexión entre ellos, como si pudieran leerse la mente sin necesidad de palabras.

Un día, mientras exploraban el desván de su antigua casa, encontraron un espejo cubierto por una capa de polvo. Era grande y majestuoso, con un marco dorado adornado con figuras macabras.

Sin pensarlo dos veces, decidieron limpiarlo y colgarlo en la pared del salón. A medida que pasaban los días, Lucas comenzó a notar cambios extraños en su hermana. Parecía más distante y melancólica.

La curiosidad lo invadió y decidió observarla desde lejos mientras ella se miraba fijamente en el espejo. Una noche, Lucas se acercó sigilosamente al espejo para ver qué había dentro. Para su sorpresa, vio a Valentina reflejada pero no era ella misma; era como si fuera otra persona completamente diferente.

El reflejo mostraba a alguien triste y solitario, perdido en sus propios pensamientos. Intrigado por esta revelación, Lucas decidió investigar más sobre el misterioso espejo.

Buscando libros antiguos en la biblioteca del pueblo descubrió que aquel artefacto tenía la capacidad de mostrar las almas perdidas de las personas que se miraran en él. Decidido a ayudar a su hermana a recuperarse de esa tristeza profunda que la consumía cada vez más, Lucas ideó un plan.

Esperaría hasta que Valentina estuviera mirando el espejo y entonces se reflejaría en él, mostrándole a su hermana que siempre estaría allí para ella. El día llegó y Lucas se colocó frente al espejo mientras Valentina lo observaba.

Al verlo reflejado, sus ojos se llenaron de lágrimas. "-Lucas, ¿eres tú? ¿Estás ahí?" preguntó con voz entrecortada. Lucas asintió y respondió: "-Siempre estuve aquí, Valentina.

No importa cuánto cambies o te sientas perdida, yo siempre seré tu hermano y estaré a tu lado". Valentina sonrió y las lágrimas comenzaron a desaparecer de sus ojos. A partir de ese momento, ambos gemelos entendieron la importancia del individualismo y aceptación propia.

Aunque eran gemelos idénticos, cada uno tenía su propia personalidad única que debían valorar. Juntos exploraron nuevos caminos y descubrieron la belleza de vivir el presente sin añorar constantemente el pasado. A medida que crecían, aprendieron a abrazar sus diferencias y celebrarlas como una parte fundamental de su identidad.

El Espejo de las Almas Perdidas se convirtió en un recordatorio constante para ambos sobre la importancia de amarse a sí mismos, aceptarse tal como eran e ir en busca de sus propios sueños sin dejarse influenciar por los demás.

Y así fue como Lucas y Valentina encontraron la felicidad en su propio camino, superando cualquier obstáculo que se presentara en su vida gracias al amor incondicional entre hermanos. Fin

FIN.

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